Otra adaptación de un libro fantástico aterriza en los cines por NavidadLa industria del cine comercial de gran alcance resulta a veces tan predecible como impredecibles resultan las audiencias. Siempre temerosos de perder dinero, en vez de poner imaginación y riesgo en proyectos novedosos y originales se dedican a querer repetir taquillazos. Ahora mismo, el sueño de cualquier productora es reeditar los milagros de taquilla de El señor de los anillos y Harry Potter. Escarbando en la literatura fantástica, adaptan todo lo que medianamente se les parezca. Y así, tras las Crónicas de Narnia, que no tuvo ni de lejos la repercusión deseada, le ha tocado al escritor Philip Pullman, que ve cómo Nicole Kidman y Daniel Craig (el ecléctico nuevo 007), se transmutan en dos de los personajes de La brújula dorada, primera parte de la trilogía La materia oscura, que, como es habitual en este tipo de relatos, se desarrolla en mundos paralelos. Esta vez no hay Tierra Media, ni fantásticos bosques encantados escondidos en el armario, sino otro universo en el que el alma de cada humano tiene su equivalente en un animal; lo que da pie a osos y bestias parlanchinas en medio de un enrevesado discurso con pretensiones de física cuántica pero que, en el fondo, no va más allá de ser el nuevo disfraz de un cuento entretenido sobre un tema tan antiguo como el enfrentamiento entre el bien y el mal. Una niña huérfana (siempre son huérfanas), descubre un universo donde cada quien tiene un daimonion, un animal que cambia de forma y representa el alma, y se ve obligada a viajar en la búsqueda de un amigo secuestrado por una organización malévola. Por supuesto, es acosada por una malvada bruja, encarnada aquí por una Nicole Kidman tan bella como pérfida, y hay miles de aventuras por el camino. Polémica El relato, de lo más cándido, se ha encontrado sin embargo con una de esas polémicas que proporcionan una estupenda publicidad gratuita. Ésta vez ha sido la Liga Católica de Estados Unidos la que ha iniciado el boicot, acusándola de promover entre los niños sentimientos anticristianos. Y eso que, según los entendidos, el mensaje antirreligioso está de lo más podado en la película que dirige con rutinaria eficacia Chris Weitz, y es una nimiedad si se compara con las secuelas venideras. Pullman y Craig han restado importancia al asunto, declarando que no hay tal ataque y se trata solamente de una historia sobre los problemas que surgen cuando los dirigentes políticos o religiosos abusan del poder.