Para conmemorar su 25 aniversario, la compañía rescata su obra cumbreHace un par de años el prestigioso Fringe, Festival de Edimburgo, le pidió a Jordi Milán, director de La Cubana, una adaptación al inglés de su espectáculo más emblemático, esa sátira al mundo de las varietés que fue Cómeme el coco negro, que estrenaron en 1989. Haciendo este trabajo comenzó a reflexionar sobre la vigencia que aún tenía la pieza, así que se le ocurrió celebrar los 25 años de la agrupación, donde empezaron actores como Santi Millán o José Corbacho, recuperando aquel desparrame cómico-satírico que hizo partirse de la risa a más de 100.000 espectadores en su momento. Y con igual ímpetu han vuelto a pasearlo. Desde esta semana y hasta febrero, el equipo de cómicos, con apenas tres de los actores originales pero prácticamente con el mismo montaje, reconvierten el cine Coliseum de la Gran Vía de Barcelona en un teatro con la esperanza de reconquistar al público con la historia de un hombre de color que vive con una familia de artistas muy peculiares. Los tiempos han cambiado y ahora el negro al que desde el título le piden que se coma un coco lo es de verdad, cubano para más señas, y no un blanco pintado como fue en las primeras representaciones de este espectáculo, donde la participación del público sigue siendo fundamental. Teatro dentro del teatro, la obra cuenta las desventuras de la Compañía de Revistas de Cuba, una ficticia agrupación de variedades venida a menos que intenta sobrevivir a base de humor y caspa. Con sus vedettes con plumas y sus machos latinos en tanga, Cómeme el coco negro quiere reivindicar la revista musical, un tipo de espectáculo deslumbrante y elegante que cayó en desgracia cuando empezó a experimentar con el destape y quedó arrinconado en los bares de viejos verdes. Más de 25 años La Cubana nació como compañía de teatro amateur en la ciudad de Sitges, en 1980, por iniciativa de Vicky Plana y Jordi Milán, que sigue al frente del colectivo. En 1983 pasaron a ser profesionales, aunque mantienen las costumbres del teatro itinerante, donde cada miembro ejerce de actor, escenógrafo, carpintero o pintor. Sus obras suelen basarse en temas cotidianos llevados a la exageración con el fin de provocar carcajadas. Su otro gran éxito, después del que ahora recuperan, fue Cegada de amor. Les gusta la algarabía y para anunciar la vuelta de la obra a Barcelona, montaron una performance a las puertas del teatro que, por un momento, revolucionó la popular Gran Vía de las Cortes Catalanas.