¿Provoca el presidente las protestas para no afrontar los auténticos problemas de Francia? paris. Hay intelectuales de izquierdas que todavía no han sucumbido a la fascinación de Nicolas Sarkozy y que incluso, al radicalizarse la protesta social, extreman su disentimiento respecto a él. Y sigue habiendo intelectuales que, con la llegada al Elíseo del candidato conservador, no sólo no se han reconciliado con la política, sino que se han alejado todavía más de ella. Emmanuel Todd, de 56 años, entra en ambas categorías.Historiador y antropólogo con profunda vocación profética (en 1976 escribió La caída final, donde ya anunciaba la disgregación de la Unión Soviética y, en el 2002, Tras el Imperio, sobre la crisis de la potencia americana) no cree que la actual oleada de huelgas y manifestaciones contra la reforma de las universidades y del régimen de pensiones represente una simple réplica de la de 1995.La que sale a la calle, bloquea los trenes y ocupa las universidades no es la Francia que suele protestar, la que sólo es capaz de reformarse a golpes de timón violentos, advierte Todd.Confrontación desde el poder¿Dónde está la diferencia entre hoy y ayer? Más en concreto. ¿Cuál es la diferencia con 1995, cuando, tras tres semanas de parálisis, el entonces Gobierno Juppé se vio obligado a retirar una reforma similar de las pensiones? "La novedad es Sarkozy -responde- y su voluntad de buscar la confrontación a toda costa. Es lo que está haciendo con el régimen especial, donde, tras haber hecho generosas concesiones a los ricos con el paquete fiscal aprobado durante el verano, ahora se concentra sobre los privilegios de categorías que ciertamente no viven demasiado bien, como los ferroviarios. Y también está generando rupturas en lo que se refiere a la inmigración, con el test del ADN para las reunificaciones familiares. Un proceder inútil que, sin embargo, ha suscitado la indignación y el resquemor de aquellos a los que el presidente necesitaba para fidelizar ulteriormente al electorado de la extrema derecha".Todd considera esta actitud como una técnica, estudiadísima, de confrontación permanente, representada también por los recientes "baños de multitud" del presidente con los trabajadores de los ferrocarriles y con los pescadores de Bretaña. "Se hace subir la tensión sobre algunos temas para tapar los auténticos problemas de Francia, de cara a los cuales, hasta ahora, se ha hecho poco o nada. Comenzando por la congelación de los salarios desde hace tanto tiempo, que han conducido a un dramático descenso del poder adquisitivo".Los últimos sondeos comienzan a reflejar aspectos interesantes sobre el consenso del que se ha alimentado Sarkozy, dando, en parte, razón a las críticas de Todd. Su popularidad está descendiendo, lo cual también era previsible. La mayoría de los franceses es contraria a la huelga en los transportes públicos (y por lo tanto favorable al final del régimen especial), e incluso esto es comprensible, dado que, respecto al 1995, también se ha visto afectada la previsión del empleo público y, por lo tanto, quedan sólo medio millón de "privilegiados" que pueden jubilarse tras 37,5 años de contribución, mientras el resto de los franceses debe esperar hasta los 41 años.Es fuerte, en cambio, el giro en la percepción de las competencias económicas de Sarkozy. Aquí, nos encontramos en territorio negativo para el presidente y su Gobierno, con la mayoría de la opinión pública desilusionada por lo hecho hasta ahora para relanzar el poder adquisitivo. Un tema en el que los sindicatos -empeñados en defender las pensiones de oro- están intentando aglutinar la protesta de otras categorías, comenzando por los estudiantes y por los trabajadores de la administración pública, que irán a la huelga el día 20 de noviembre.Desencantado de todosTodd no ve al sarkozismo, y menos al segolenismo, como los justos medios para afrontar las prioridades sociales y económicas de Francia.:"Con esta política, estamos en la fase final de la huida de la realidad. Una política que impone, como está sucediendo ahora mismo, la búsqueda de chivos expiatorios. Una vez son los trabajadores de los ferrocarriles y otras veces los inmigrantes, cuando sabemos perfectamente que los flujos migratorios se están ralentizando muchísimo y no representan un problema".Un diagnóstico que no parece reconocer mérito alguno a la llegada de Sarkozy, con el que incluso la ruptura tiende a asemejarse más a una reedición de 1995 que a la "fractura social" diagnosticada por el mismo Todd y asumida como eslogan por Jacques Chirac para su reelección al Elíseo.Final de las ilusiones, según el historiador, incluso para el "trabajar más para ganar más" que condujo a la desfiscalización de las horas extraordinarias. "La presión de la globalización es tal, la fuerza de China y de India es de tal envergadura que en Europa, como demuestra la reciente experiencia alemana, sólo se recupera la competitividad trabajando más para ganar el mismo sueldo", asegura.