El pasado miércoles, 30 de marzo, sus altezas reales el Príncipe de Gales y su esposa la Duquesa de Cornualles llegaban a Madrid en visita oficial, provocando una enorme repercusión social y mediática. Era la primera vez que el heredero al trono británico visitaba nuestro país acompañado de su nueva esposa, Camilla Parker-Bowles. La visita oficial transcurrió durante dos días en los que como anfitriones actuaron los Príncipes de Asturias y tuvieron oportunidad de ser recibidos por sus majestades los Reyes en el Palacio de la Zarzuela. Una cuestión en la que no se ha profundizado demasiado y que tiene una enorme relevancia protocolaria: la relación de parentesco que existe entre la familia real española y la británica. Para conocer estos vínculos es necesario remontarse hasta la figura de la Reina Victoria, monarca britá- nica conocida con el sobrenombre de abuela de Europa, ya que es la tatarabue- la de gran parte de los soberanos reinantes y no reinantes europeos de la actualidad. De los nueve hijos que tuvo de su matrimonio con el príncipe Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha, nos interesan precisamente el mayor y la menor de sus descendientes. Eduardo VII sucedió a su madre como rey de Gran Bretaña e Irlanda y emperador de la India, siendo el bisabuelo de la reina Isabel II. Su hermana pequeña, la princesa Beatriz, contrajo matrimonio con el príncipe Enrique de Battenberg y de sus tres hijos, su única hija se convirtió en Reina de España al contraer matrimonio con el rey Alfonso XIII, abuelos del rey Juan Carlos I. Se da la circunstancia de que, en el caso de la familia real española, existe un doble vínculo de parentesco, ya que la Reina Sofía está emparentada con la actual soberana británica que, como ella, es también tataranieta de la Reina Victoria. La familia real británica no siempre se ha denominado Windsor. Hay que remontarse a 1917, cuando el Rey Jorge V decide cambiar la denominación de la dinastía británica de Sajonia-Coburgo-Gotha por la más inglesa de Windsor. El motivo fue el sentimiento antigermano existente entre el pueblo británico de la época, que llevó incluso a plantearse la abolición de la monarquía o la expulsión de la familia real del país por ser una dinastía de origen alemán. La elección del apellido Windsor, vino determinada porque el castillo del mismo nombre fue la primera residencia de los reyes normandos origen de la monarquía británica. En cualquier caso, no todos los miembros de la familia real británica se apellidan Windsor. En 1960, la Reina Isabel II y a través de su Consejo Privado, anunció que desde ese momento sus descendientes llevarán el apellido Mountbatten-Windsor para diferenciarles del resto de miembros de la familia. Hay que apuntar que Mountbatten es el apellido que adoptó el Duque de Edimburgo cuando se naturalizó inglés, ya que su origen es griego. No sólo la familia real española tiene una vinculación de parentesco con la británica, que nace de la Reina Victoria, sino que las familias reales de Suecia, Noruega, Dinamarca, Rumanía, Serbia o Grecia también forman parte de este árbol genealógico real.