PARÍS. Renault, ¿víctima de espionaje, de manipulación o de simple paranoia empresarial? A principios del mes de enero el constructor de automóviles francés despidió a tres altos cargos sospechosos, según una investigación interna, de participar en una red de espionaje. Renault les acusaba de vender información sobre su programa de coche eléctrico y aseguraba que tenían cuenta secretas en Suiza y Lichtenstein. Dos meses después, las sospechas se han desinflado y las pruebas no aparecen. Los servicios secretos franceses que investigan el asunto no han conseguido confirmar la existencia de dichas cuentas bancarias. Finalmente, el viernes pasado Patrick Pélata, numero dos de Renault, reconoció que todo podría tratarse de una manipulación para ensuciar la imagen de la compañía. De confirmarse, aseguró que asumiría toda la responsabilidad y que la empresa reincorporaría a los directivos despedidos. Sea como fuere, si la intención era perjudicar la imagen de Renault, el objetivo está cumplido. Los medios de comunicación franceses describen una investigación interna llevada a cabo de manera chapucera con investigadores privados que se han eclipsado a la hora de dar cuentas a la policía. El consejero delegado de Renault, Carlos Ghosn, está en una posición delicada, muy criticado por no haber prevenido antes a las autoridades públicas, quienes se enteraron del asunto a través de la prensa. Por su parte, el Gobierno francés ha quedado en una posición embarazosa tras defender las tesis de Renault. En enero, el ministro de Industria, Eric Besson, llegó a decir que las empresas francesas eran víctimas de una guerra económica.