Promovió la reorganización de los ferrocarriles americanos, pero su mayor logro fue salvar al país de las sucesivas crisis económicas milán. En 1913, a su muerte en Roma en vísperas de cumplir los 76 años, la extraordinaria figura de John Pierpont Morgan fue alabada por todos. Amigos y enemigos, poetas y poderosos. La lluvia de alabanzas fue total. Hasta con dípticos se elogió su entrada en el "paraíso de los fuertes" y su "voluntad de hierro" o sus "ojos de fuego, ardientes ante cualquier cosa". El propio Papa Pío X lo bautizó como "un hombre grande y bueno". Y hasta su acérrimo adversario en el pasado, el secretario de Estado y líder populista William Jennings Bryan, famoso por sus invectivas contra los financieros de Wall Street, ordenó poner a disposición toda la embajada americana en la capital italiana para sus honras fúnebres.La prensa de la época, según cuenta Steve Fraser en su historia social de Wall Street, titulada Every Man a Speculator (Cada hombre un especulador), no se quedó atrás. El New York World de Joseph Pulitzer retrató a Morgan como un "coloso a caballo del mundo". Y el New York Tribune lo calificó, en portada, como un titán. Por su parte, el New York Times escribió quizás el epitafio más eficaz: "Fue el hombre que abrió las puertas a la participación americana en las finanzas mundiales". Otros periódicos le atribuyeron también el mérito de haber dirigido con mano férrea el desarrollo de la industria americana. Los honores que se le rindieron lo confirmaron como el banquero más importante del Olimpo americano. Un Bismarck o un Napoleón de las finanzas.Por otra parte, su nombre ha quedado indisolublemente unido a uno de los más importantes bancos americanos e internacionales que todavía siguen operando y que, durante su vida, fue una especie de banco central americano ante-litteram, capaz de salvar repetidamente al país de imprevistas crisis, antes de que se crease la Reserva Federal. Por tanto, se puede afirmar también que la Fed nació para evitar que hombres como Morgan concentrasen en sus manos tanto poder.Su radio de acción se extendió desde las finanzas a los ferrocarriles y al acero, encarnación del surgimiento de la superpotencia económica de Estados Unidos en el escenario global. Con él y con su capacidad de movilizar amplios recursos financieros pudo contar el Gobierno para salir del pánico de 1893 y, después, del de 1907. Fue él quien promovió, asimismo, la reorganización y concentración de los ferrocarriles americanos, entonces el principal medio de transporte del país, tras una época anárquica de especulaciones y quiebras. Tanto que se acuñó al respecto el término de Morganización.También fue él quien financió a Thomas Edison y los albores de la electricidad (su casa de Madison Avenue fue el primer edificio privado de Nueva York que se iluminó con lámparas) y el que dio vida a la General Electric. Y a comienzos del siglo XX creó la US Steel, con la fusión de grandes acerías, entre ellas las del imperio de Andrew Carnegie, bautizando la primera corporación con una facturación superior a los 1.000 millones de dólares.Pero todas estas muestras de estima ocultan una carrera legendaria y hecha al abrigo de muchas miradas indiscretas, controvertida y con rasgos paradójicos. Comenzando por su aspectoMorgan exhibía un físico imponente y carismático, pero era consciente de tener una nariz deformada. Fue el gran realizador del destino y de la innovación americana, pero también era un personaje autocrático, con escasos instintos demócratas. Un personaje que miraba con desconfianza al capitalismo desenfrenado y prefería el orden al riesgo y a la aventura de la mitología americana de los negocios. Patriota y salvador del país, pero también cínico y calculador. Cuenta la leyenda que llegó a vender con enormes beneficios fusiles defectuosos durante la guerra civil. Era un hijo de casta, el sucesor de una dinastía de financieros de New England y formado en las mejores escuelas, no un hombre que se hubiese hecho a sí mismo, siguiendo la estela de los primeros grandes financieros y empresarios. Terminó sus días reverenciado por su poder económico, aunque fuese mucho menor de lo que creían sus rivales, dejando a sus espaldas un patrimonio estimado en 80 millones de dólares. De hecho, entre bromista y aliviado, John Rockefeller, asentado en cambio sobre una fortuna de 1.000 millones de dólares, dijo: "Y pensar que ni siquiera era rico".Morgan era un ávido fumador de habanos, de los que consumía decenas al día. No escamoteaba gastos en arte, amantes, yates (como el fabuloso Corsair) y en casas, pero también era un convencido fustigador de los vicios de los demás como líder de la iglesia protestante episcopal.John Pierpont Morgan había nacido en Hartford (Connecticut) en 1836, hijo de Juliet Pierpont y Junius Spencer Morgan, también financiero de éxito y heredero de una fortuna familiar. Cuando, en 1835, un incendio devastó el distrito financiero de Manhattan, Junius, que dirigía la Aetna Fire Insurance, fue uno de los grandes protagonistas de la reconstrucción.En 1854 se convierte en socio de George Peabody en una empresa que, diez años después, se rebautizaría simplemente como J. S. Morgan, primera encarnación del imperio con el nombre de la familia.John Pierpont frecuentó las escuelas privadas más selectas y prestigiosas de Estados Unidos, Suiza y Alemania. A los 20 años, su primer empleo es de contable de la empresa de correduría aseguradora Duncan, Sherman & Company de Nueva York. Un empleo sin sueldo, para aprender el arte de la inversión.En 1860 comenzó su escalada en Wall Street, al convertirse en el representante estadounidense de la George Peabody, de la que su padre era socio. En 1864, es socio de Dabney, Morgan & Company y unos años después, en 1871, es uno de los fundadores -junto a otra dinastía financiera americana, la familia Drexel de Filadelfia- de la Drexel, Morgan & Company, de la que Morgan toma al control tras la muerte de Drexel.A mediados de los años 90 del siglo XIX, tras haber heredado la J. S. Morgan de su padre y reorganizado la Drexel, funda la J. P. Morgan. Desde mediados de los años 80 de ese mismo siglo, Morgan era ya más que un banquero normal. Sus relaciones con la Bolsa de Londres facilitaban su habilidad a la hora de movilizar a los inversores y juntar capitales internacionales para operaciones en Estados Unidos.El ferrocarrilSe dedicó a la misión de poner orden en la industria americana. Ante todo, reorganizó los ferrocarriles estadounidenses, comprando títulos de numerosas sociedades, convirtiéndose en miembro e impulsando su consolidación. Cuando tenía que hacerse cargo de diversas cuotas de empresas, Morgan pedía a cambio el control temporal, para sanearlas. Esta era la Morganización.De su mano, se produjo un drástico cambio en un sector que había sido el terreno abonado de feroces luchas entre magnates rivales y especuladores, a menudo con quiebras. En 1902, Morgan controlaba de hecho 8.000 kilómetros de vías y todo el sector estaba en manos de una treintena de empresas que colaboraban entre sí.Los ferrocarriles no permanecieron como un sector aislado bajo la influencia de Morgan. En 1891, preparó la fusión entre la Edison General Electric, patrocinada por él desde hacía mucho tiempo, y la Thomson-Houston Electric Company, de la que nació la General Electric, líder en la fabricación de aparatos eléctricos.Se libró del TitanicEl acero fue su siguiente objetivo. Tras haber financiado la formación de la Federated Steel Company, entró en la Carnegie Steel y se batió por el nacimiento de la US Steel Corporation en 1901, con una facturación de 1.700 millones de dólares y una cuota de los dos tercios del mercado. Unos años después, comprando más empresas británicas, dio vida al coloso del transporte marítimo International Mer- cantile Marine Company, la empresa que construiría el Titanic, en cuyo viaje fatal también debía participar Morgan, pero lo canceló en el último minuto, entretenido por una amante.Al final de su carrera, el banquero había conquistado también el control de una red de bancos y compañías de seguros. Con una sed de poder tal que fue objeto de una investigación por parte del Congreso. En 1912, la Comisión Pujo denunció, a pesar de las protestas de Morgan, la existencia de money trust secretos y concluyó que Morgan y sus aliados controlaban más de 22.000 millones de dólares activos. A pesar de las polémicas, Morgan se había convertido en el principal promotor de una revolución triunfadora. Entre 1895 y 1904 más de 1.800 empresas se habían fusionado entre ellas y, en 1909, el uno por ciento de los colosos de la manufacturación producía el 44 por ciento de los bienes y el 5 por ciento daba trabajo al 62 por ciento de los trabajadores asalariados. En 1901, 1.000 empresas industriales cotizaban en Bolsa, frente a diez años antes, que no cotizaba casi ninguna.Sin embargo, el mayor éxito de Morgan fue haber salvado al país en sus sucesivas crisis. Los albores de esta vocación salvadora se notaron ya tras la Guerra Civil americana, terminada en 1865, cuando desarrolló un papel clave en la refinanciación de la deuda del país, vendiendo obligaciones del Tesoro sobre todo en Europa.Entre 1893 y 1895, explotó una crisis que condujo a una peligrosa erosión de las reservas auríferas americanas. Morgan, a petición del presidente Grover Cleveland, consiguió proporcionar al Gobierno 65 millones de dólares en oro, la mitad procedente de Europa.La siguiente crisis que puso a prueba a Morgan fue el Pánico de 1907. A una crisis de la bolsa con oleadas de despidos y quiebras, Morgan respondió coordinando un grupo de banqueros y creando un fondo de socorro para las instituciones en crisis, capaz de calmar a los inversores y a los ahorradores. Ese mismo año, como prueba de su influencia a pesar de las crecientes preocupaciones antitrust, el presidente de los Estados Unidos, Theodore Roosevelt, autorizó la adquisición de la Tennessee Coal and Iron por parte de la US Steel de Morgan.