El corazón de Antonio Puerta no aguantó más. A las dos y media de la tarde de ayer el Hospital Virgen del Rocío de Sevilla certificaba la muerte del joven futbolista, que no pudo superar los nueve infartos que sufrió desde que se desplomó sobre el césped del Sánchez Pizjuán el pasado sábado por la noche. Era un lance más de un partido como cualquier otro. El balón se había perdido por la línea de fondo y Puerta, incomprensiblemente, se sentó sobre el campo y luego se desplomó. Las dramáticas imágenes, servidas en directo por la televisión, sonaban a ya vistas. Remitían a lo sucedido hace años en Portugal con un joven jugador húngaro. El chico se mesó el cabello y acto seguido se derrumbó sobre el suelo. Nada se pudo hacer por él.Puerta, sin embargo, salió del campo por su propio pie, echando la culpa a los bajones de tensión que sufría a veces. "Otra vez estos putos mareos", dijo, enrabietado por tener que abandonar el juego. Después, volvió a perder el conocimiento. Su corazón no funcionaba. Le mantuvieron con vida la diligencia de los servicios médicos y la existencia de un equipo de reanimación cardiorespiratoria en el estadio, obligatoria desde hace no demasiado tiempo.Lamentablemente, el esfuerzo no ha servido para salvarle la vida. Hoy todo el deporte español llora la pérdida de una de sus promesas de futuro más firmes. Sin embargo, el dolor no debe ocultar la necesidad de reflexionar sobre la calidad de los controles médicos a los deportistas de elite. Sometidos desde temprana edad a una brutal presión tanto física como psicológica, los jugadores son sometidos a simples controles médicos de rutina, que persiguen más posibles dolencias articulares ocultas que problemas serios. El fenómeno de la 'muerte súbita' se origina por la existencia de malformaciones congénitas, díficilmente detectables... pero detectables. Sorprende que con la millonada que se gastan los clubes en comprar nuevos jugadores, no inviertan un solo euro en investigar sistemas para preservar la salud de deportistas sometidos a un elevadísimo grado de estrés y exigencia física o en financiar estudios sobre el impacto que la práctica deportiva tiene en sus organismos. Algo debe cambiar.