Todos los veranos, coincidiendo con el inicio de las grandes ligas de fútbol en Europa, se reproduce la misma situación. Este año, el mejor ejemplo es el frustrado, por el momento, fichaje de Daniel Alves por el Chelsea. Para los que no conozcan el caso, la situación es la siguiente: Alves, jugador del Sevilla, quiere fichar por el equipo del millonario Abramovich, pero ninguno de los dos clubes se ponen de acuerdo en el valor de la operación. Ante este conflicto de intereses, Alves, con toda su ¿buena? voluntad (pregunten a cualquier sevillista), se niega a volver a jugar con su equipo como medida para impulsar su venta al club inglés. La actitud del brasileño (siendo futbolista, ni es el primero ni será el último) es propia de un niño malcriado. Sin duda, busca una importante mejora en su salario anual, garantizada por el magnate Abramovich. El problema es que se equivoca en las formas en que defiende sus intereses. Alves es jugador del Sevilla, equipo que todavía le paga y el que apostó por él cuando nadie le conocía, por cierto. Un equipo que le ha brindado la oportunidad de levantar tres títulos europeos y una Copa del Rey. Y un equipo que le ha permitido convertirse en uno de los mejores laterales derechos del mundo. Por todo esto, Alves debería buscar otras vías, sin renunciar a sus sueños, para que Sevilla y Chelsea lleguen a un acuerdo. Es probable que no vuelva a jugar en Andalucía y, seguramente, también acabe vistiendo la camiseta del club que él quiera. Esa es la realidad, pero también lo es la falta de ética y gratitud hacia los colores que le han hecho triunfar. Alves ha jugado grandes partidos y le ha dado mucho al Sevilla, pero el club de Nervión también le ha ofrecido al joven lateral mucho a cambio, suficiente para no merecerse este tipo de comportamiento.Si acaba fichando por el Chelsea, esperemos que en la presentación no recurra a la manida frase entre futbolistas de que "desde niño soñaba con jugar en este equipo" o que "mi corazón siempre ha sido de tal color". Más que nada, porque entre futbolistas, normalmente, el único color al que suelen agarrarse desde jóvenes es al verde y no me refiero al color del césped en el que juegan.