Se acabó el Tour de Francia. Ganó Alberto Contador. ¡Enhorabuena! Pero, a mí por lo menos, su victoria no me consuela. Me duele el ciclismo. Me duele mucho. Como a Don Miguel de Unamuno le dolía España. Y lo que más me molesta es la hipocresía que lo envuelve. No puedo con ella. Me corroe, me enfurece, me entristece la inmensa fal-sedad que rodea a este deporte. ¿Qué es verdad? ¿Y mentira? ¿Son verdad las gestas, las escapadas, los ataques... o son mentira? Hipocresía a raudales. Por toneladas, por billones, por todas partes. Hipocresía de un Tour que predica a los cuatro vientos su lucha contra el dopaje y su supuesta defensa de la salud de los ciclistas, pero que, al mismo tiempo, pone etapas de más de 200 kilómetros, y montaña, y contrarrelojes largas. Y así durante tres semanas. ¿Han probado ustedes correr o montar en bicicleta en verano? El asfalto se agarra a tus pies, a tus ruedas, y el pulsómetro se dispara. Donde normalmente hay 165 pulsaciones, el corazón se eleva a 180, y tu temperatura sube. Sudas. Ardes. Te derrites. ¿Por qué no prueba la organización a recortar las etapas, sobre todo las de montaña y las 'cronos', y reducir la competición a dos semanas? ¡Ah, es cierto, de ese modo los ingresos serían menores! ¡Vaya!Hipocresía de los equipos y de los ciclistas. Sí, así es. Lo siento, pero no creo que sean víctimas inocentes. Me duelen los directores y los ciclistas que se llenan la boca proclamando el 'deporte limpio' y son cazados con las 'manos sucias'. ¿Por qué no abandonan un mensaje victimista que cada suena menos creíble y dicen de verdad qué quieren y qué piensan? Para empezar, ¿por qué no denuncian que las cosas no pueden seguir así, que su deporte es extremo, que no se puede afrontar un Tour, una Vuelta o un Giro con pasta y tarta de manzana...? ¿O es que el 'status quo' actual también conviene a sus bolsillos?La credibilidad no se compra. Se gana. El ciclismo la ha perdido, y sólo él la puede recuperar. Pero con una regeneración completa. Con más verdad, y muchas menos mentiras.