Corbacho evita dar cifras del paro y se refugia el expresiones como "seguimiento moderado" y "desigual"madrid. El fracaso de la huelga general convocada por Comisiones Obreras y UGT fue palmario desde primera hora de la mañana cuando la mayoría de la población trabajadora se encontraba en sus puestos de trabajo a pesar de las trabas que encontraron para desplazarse en algunas zonas de la geografía española por la actividad de los piquetes, que han superado los límites de la persuasión con acciones violentas contra personas y contra bienes públicos y privados. Los líderes de los sindicatos convocantes, en su comparecencia conjunta a primeras hora de la tarde, ya contradecían con sus gestos adustos el triunfalismo de su balance. La jornada del 29-S no pasará a la historia del movimiento obrero, salvo acaso por los errores del planteamiento, los titubeos de la conveniencia de los sindicatos políticos y por la actitud del Gobierno socialista, sólo levemente inquieto por los posibles excesos de los piquetes y recurriendo al argumento de que el diálogo está abierto desde hoy mismo para restaurar los ¿rotos? puentes con los que eran sus aliados apenas hace unos meses. La primera aparición sobre las 8:30 de la mañana del cesante ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, como portavoz del Gobierno, ya retrató la actitud del Ejecutivo de Rodríguez Zapatero buscando el empate desde el primer minuto del juego. El melífluo discurso de Corbacho se dirigía a felicitar a los sindicatos por la observancia del pacto sobre servicios mínimos y el reconocimiento del "alto compromiso" de las centrales sindicales. Era la constatación de que el manual de huelga había fallado, porque el sector crítico del transporte no había parado sus servicios, a pesar de algún sabotaje y otras incidencias. La vicepresidenta segunda, Elena Salgado, insistió en la recuperación del diálogo del día después, aunque advirtió que "lo fundamental" de las reformas y de la política de ajuste seguirá adelante. Rodríguez Zapatero, por su parte, también exhibió su voluntad negociadora, pero recordando que la reforma laboral está aprobada por el Congreso, y en una contestación a Duran i Lleida, aseguró sobre la huelga: "Yo no la deseo, la respeto y hoy trabajo para garantizar el derecho a la huelga y el derecho al trabajo". La vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, aseguró que el Gobierno "escucha a la gente, escucha a la calle" y se sentará con los sindicatos. Ni vencedores ni vencidos es la consigna que sobrevoló toda la jornada. Quizás por eso, los sindicatos, sabiendo que el Gobierno en Pleno estaba en el Congreso, en el centro de Madrid no previó ninguna acción de protesta en las cercanías del mismo, salvo una marcha de ciclistas que trataba de molestar el tráfico rodado por la principales arterias capitalinas. La cifra mágica Los sindicatos tiraron de manual y trataron de imponer desde el principio la cifra mágica de seguimiento, el 70 por ciento, aunque con otros datos facilitados por ellos mismos la contradicción fuera flagrante. No obstante, el discurso sindical se adaptó rápidamente a la evidencia de la futilidad de la convocatoria y dejó en un segundo plano la reforma laboral, que era el hecho determinante de la convocatoria, para instar al Gobierno a negociar la reforma de las pensiones y la reorientación de los Presupuestos Generales del Estado para 2011 que se presentan hoy al Congreso. La connivencia se explica claramente con la declaración de Fernández Toxo que insistió en que la huelga no ha sido convocada para provocar la caída del Ejecutivo socialista, sino para que "dimita" de sus políticas. "La huelga no ha sido convocada para hacer caer al Gobierno, pero depende del Gobierno mantenerse o no. Está en su mano corregir lo que ha hecho para recuperar la confianza de la ciudadanía. Lo que sí debe es recuperar la credibilidad para negociar". Todo diplomacia. La huelga on line El paripé de las direcciones de los sindicatos y del Gobierno fue desplazando el interés hacia otros acontecimientos, ya que la generalización de los análisis que ratificaban el fracaso de la convocatoria en las emisoras de radio y en los medios on line provocó una creciente conflictividad en distintos puntos de España, sobre todo, en enclaves estratégicos de carreteras y en las inmediaciones de polígonos industriales y grandes fábricas, donde los piquetes volvieron a las intimidaciones y a la presión sobre las instalaciones que permanecían abiertas. Y en Barcelona, también grupos de incontrolados antisistema, reprodujeron y con más fuerza algunas de las acciones violentas de la madrugada y la mañana de ayer. A partir del mediodía comenzaron los primeros balances de participación realizados por las administraciones de las comunidades autónomas y de las asociaciones patronales. CEOE aseguró que la huelga no alteró la actividad económica más allá de algunos sectores y empresas que sufrieron las acciones de los piquetes coactivos violentos o la existencia de servicios mínimos insuficientes, lo que permitió asegurar a la patronal que "no ha habido una huelga general". Tras un pormenorizado censo de trabajadores que acudieron a sus puestos de trabajo, en el que se sitúa un 90 por ciento en la construcción, un 95 por ciento en el comercio, el 97 por ciento en el sector financiero, la cúpula patronal lamentó que España haya vuelto a ser una isla en Europa y que haya sido el único país europeo en el que los sindicatos han convocado una huelga general, cuando los demás han acudido a otro tipo de actuaciones menos perjudiciales para la economía del país. También provocó desazón sindical el hecho de que la Federación de Municipios y Provincias (FEMP) comunicara que la huelga ha tenido un seguimiento del 12 por ciento en estas instituciones. La baja participación en la función pública fue aún inferior en la Administración General del Estado, cifrada por Corbacho en el 7,52 por ciento de los empleados públicos. Nada extraño después del fracaso de la huelga general en la función pública del pasado 8 de junio. Pero, a la hora de hacer balance de participación, el Gobierno volvió a dar un paso atrás, al desgranar algunos datos evidentes, y moverse en términos vagos como "seguimiento moderado", "desigual", "buen funcionamiento de los servicios mínimos", " resolución progresiva de las incidencias" provocadas por los piquetes. Como pidiendo perdón, el ministro de Trabajo saliente se refirió a los datos ofrecidos como "contrastados", en evitación de que originen algún nuevo desencuentro con los sindicatos. Y añadió nuevas apelaciones a la negociación. " A partir de mañana tenemos mucho trabajo que hacer"; "el diálogo es el mejor camino". El corolario de la jornada para el titular de Trabajo fue que "el Gobierno no expresa su satisfacción, sino que la huelga se ha desarrollado en un clima sin incidencias". Silencio político Una nota destacada de la jornada de huelga general ha sido el silencio que la ha rodeado en el ámbito de la política. Los partidos se han cuidado mucho de hacer críticas a los sindicatos y, sólo de refilón, lo han hecho al Gobierno, como el citado Duran Lleida, que cambió su pregunta en la sesión de control del Congreso de los Diputados para inquirir a Rodríguez Zapatero sobre el contenido de la propuesta de negociación con los sindicatos sobre pensiones, que el presidente del Gobierno anunció el pasado domingo. El portavoz de CiU aprovechó su intervención para dejar clara su opinión sobre la huelga, de la que aseguró que es inoportuna, que va a dañar la productividad del país y, en cualquier caso, la imagen exterior del mismo, en momentos, sin duda, delicados para nuestra economía". Para el portavoz de CiU el éxito o el fracaso de la huelga no depende de los trabajadores que dejen de acudir a su puesto de trabajo, sino del Gobierno. "Una huelga general nunca tiene éxito si no consigue modificar las políticas del Gobierno y eso, espera este Grupo Parlamentario". Por parte del PP intervinieron en el Pleno de ayer Mariano Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría. Ninguno de los dos aprovechó su intervención para tomar posición sobre la jornada de huelga. En todo el arco parlamentario ERC, IU-ICV y BNG fueron los que con su ausencia se manifestaron partidarios de los jornada convocada por los sindicatos. La guerra de las cifras Las manifestaciones de ayer culminaron la jornada de desigual huelga general. En la de Madrid, los dirigentes exigieron la rectificación de la política económica y de las pensiones, pero se empeñaron en suavizar los dicterios dedicados a Rodríguez Zapatero y al Gobierno, sin conseguirlo, porque los manifestantes iban por otro lado con sus cánticos y eslóganes. Y como secuela inevitable de una profusión de manifestaciones, la guerra de cifras. Los sindicatos redondearon en millón y medio la participación en toda España, atribuyendo a Madrid la más numerosa con medio millón de personas, que otras fuentes situaron en 90.000. En Barcelona, los convocantes cifraron en 400.000 los participantes, reducidos a 75.000 por fuentes neutrales y en Valencia, donde las centrales dijeron que había 90.000 asistentes, fuentes oficiosas los redujeron a entre 20.000 y 25.000.