Las centrales sindicales creen que esta actitud es un cambio de estrategia interesadamadrid. El Gobierno y los sindicatos no son ni sería bueno que fuesen "enemigos". Lo ha dicho el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, y lo subrayó el presidente José Luis Rodríguez Zapatero horas antes de la primera huelga general que vive al otro lado de las barricadas -en las anteriores fue uno de los manifestantes que encabezó la protesta al Gobino de turno-. "Sabéis que respeto a los sindicatos profundamente y nunca saldrá de nuestras filas alguien que quiera restringir sus derechos". En ese sentido, en vísperas de la huelga convocada por CCOO y UGT contra las políticas de ajuste del Ejecutivo socialista y su reforma laboral, Rodríguez Zapatero insistió en sus mensajes de concordia y diálogo hacia los que ahora se han convertido en oposición y reiteró que después del 29-S pretende reunirse con las centrales para, sin renunciar a la reforma laboral, negociar los reglamentos y disposiciones que deben desarrollarla. En total, una docena de puntos que aún quedan pendientes. Los mensajes de Zapatero no sólo no han calado en los sindicatos, sino que sus líderes, Cándido Méndez (UGT) e Ignacio Fernández Toxo (CCOO), calificaron ayer de "burda" y "oportunista" la táctica conciliadora del Gobierno. Los portavoces niegan al presidente crédito para negociar y se lo van a poner difícil. O algo cambia mañana, o hay un pacto secreto -Corbacho ha descartado que haya un pacto secreto- o será difícil tomar la senda del diálogo. "Ha puesto el Pacto de Toledo al borde del precipicio y ha impuesto una reforma laboral", denunció Méndez, que pide una rectificación. Los sindicatos van hoy a por todas y ya han advertido que "no salen para empatar el partido, sino para ganarlo". No obstante, por si acaso, los secretarios generales de CCOO y UGT han dejado claro que el éxito de la huelga, más que estar vinculado a los datos, dependerá precisamente de si sirve para cambiar las cosas y las políticas de Gobieno, porque ése es su objetivo. Según Méndez, "el Gobierno, tarde o temprano, tendrá que rectificar e intentar no seguir adelante con sus políticas. No tiene otra alternativa". Una huelga 'obligada' Precisamente es la clave de una huelga en la que todos sus protagonistas parecen no tener otra alternativa. No hay marcha atrás, ni para los sindicatos, que se han sentido obligados a convocarla para no perder fuerza, ni para el Gobierno, que cree que esta huelga puede dar credibilidad a las medidas a doptadas ante sus homólogos internacionales, pero siempre que no se haga demasiado ruido y no suponga una enmienda a la totalidad de una reforma que han defendido a capa y espada. Caiga quien caiga. "Ellos tienen el derecho a la huelga, pero el Gobierno tiene el deber de intentar cambiar las cosas para que se genere más empleo y pueda haber posibilidades para los jóvenes", se defenció Zapatero. Aunque no se ha reconocido públicamente, es una huelga que conviene a todos, aunque sea para mantenerse en su puesto. Porque, paradógicamente, y pese a lo que pueda paracer, a los sindicatos tampoco les conviene un éxito total. ¿Por qué? Sencillamente, porque sería dar argumentos para allanar el camino hasta Moncloa a su verdaderas oposición, es decir, el PP. Tampoco los populares tienen claro lo que quieren. Si UGT y CCOO marcan gol, sería dar una fuerza a unos sindicatos con los que tendrían que lidiar en caso de ganar las próximas elecciones. La de hoy es una huelga en la que hay que estar, aunque según Cándido Méndez, "el Gobierno sabe que en las últimas horas la huelga ha tomado cuerpo y ha querido amortiguar por anticipado sus efectos". La vicepresiente Fernández de la Vega, no obstante, defiende que mañana el Gobierno volverá a tender la mano a los sindicatos.