Con una educación exquisita, el príncipe Kubrat de Bulgaria nos recibe en su consulta privada. No le gusta demasiado conceder entrevistas, pero dada la amistad que tengo con su mujer, Carla Royo-Villanova, consigo que hable de temas profesionales. Cercano, sencillo, natural, pero a la vez sumamente distinguido y elegante, Kubrat habla de temas médicos sin ningún tipo de pudor. ¿Cómo ve la sanidad pública en España en estos momentos? Creo que tenemos una sanidad pública muy potente. Tenemos médicos extraordinariamente formados. En este país prima la idea de que todo lo de fuera siempre es mejor y, afortunadamente, en medicina eso no es cierto. Nuestra sanidad es infinitamente mejor que la italiana y que la de otros muchos países, especialmente en cirugía. Sin embargo la medicina preventiva deja mucho que desear. Es cierto, todavía nos queda un largo camino que recorrer en ese sentido. A pesar de lo que usted comenta, las cosas no van bien y va a producirse una importante reestructuración en muchos sentidos. La gente piensa que la sanidad es algo universal y gratuito y están equivocados. La sanidad es muy cara; lo que ha ocurrido es que durante muchos años se ha transmitido desde los gobiernos la falsa idea de que existía casi una cobertura ilimitada. Esto sucedió, sobre todo, en la etapa socialista, y no quiero entrar en ningún tipo de valoración política. Pero la gente se ha quedado con una idea errónea de las cosas. Su especialidad es cirugía del aparato digestivo, ustedes tienen fama de tener las ideas muy claras y de ser muy pragmáticos. En general no queda más remedio. Tenemos que decidir a diario de manera muy rápida y sin poder consultar. En su caso ha tenido vocación por la medicina desde niño. En mi familia no hay ningún médico. Todos mis hermanos son economistas y yo desde muy pequeño lo tuve muy claro. Recuerdo que uno de los primeros regalos que pedí con seis o siete años fue un botiquín, con el que viajé muchísimos años y del que me sentía muy orgulloso. A mí me atraían las heridas, la sangre... (risas). ¿Cómo se llevan en el día a día tantas responsabilidades y que la vida de la gente dependa de una decisión suya? Los médicos no somos infalibles. Podemos hacer cientos de operaciones en un espacio de tiempo relativamente pequeño, pero no nos acordamos de las que han salido bien, sino de las que no han funcionado. Por eso, sí que es cierto que se trata de una profesión con mucho estrés. Por otro lado, es un trabajo físicamente muy duro e intelectualmente muy demandante. Todo esto que comenta, ¿le ha pasado factura en algún momento? Claro. Intento combatir el estrés haciendo deporte y me cuido bastante, aunque en ocasiones tengo problemas de insomnio. ¿Se ha marcado algún tipo de objetivo a nivel profesional? No soy muy ambicioso, pero está claro que todos tenemos un punto de ambición. Si yo fuera ambicioso nunca hubiera escogido esta profesión. Aquí se gana poco dinero. Es cierto que existe un reconocimiento social, pero cada vez es menor. La medicina se ha socializado mucho y también se ha deshumanizado. Se ha convertido en una especie de negocio para las personas que denuncian. No quiero decir que los médicos tengamos que ser impunes, pero tampoco se puede abusar. ¿Está usted hablando de que tienen, en ocasiones, que practicar la medicina defensiva? En algunos casos sí, no queda más remedio. Esto siempre es malo para el paciente, para el médico, para el sistema, porque tiene que gastar un montón de dinero en pruebas innecesarias, pero las cosas están muy difíciles y uno no puede arriesgar. ¿Cree que existen eminencias en medicina o sólo buenos profesionales? Yo soy poco mitómano. Hay profesionales extraordinarios, pero pocos. Bajo mi punto de vista existen dos tipos de médicos: los de trinchera y los de figureo. No me importa que se enfaden cuando lean esto. Los verdaderos profesionales son los que están todo el día a vueltas con los pacientes y operando. ¿Cree que los médicos tienden al endiosamiento? Sí que hay algo de eso, pero esto sucede porque en medicina no hay posibilidad de utilizar el plan B cuando has elegido el A, no hay vuelta atrás y no se puede comprobar qué hubiera pasado con otras opciones. Por eso, hay momentos en los que uno puede llegar a creerse el rey del mambo. ¿Ha tenido momentos muy complicados por algún error que haya cometido? Ha habido momentos complicados; críticos, a Dios gracias, no. Los momentos más difíciles han sido siempre a título personal. ¿Ser un personaje público le ha perjudicado en algún momento en su profesión? Yo creo que ser un personaje público siempre perjudica, especialmente en esta profesión. La gente asocia tus apariciones en prensa con que te dedicas sólo a eso y claro, en mi caso, nada más lejos de la realidad.