Por maría l. moratilla S u último logro ha sido recibir el Gran Premio del Salón Internacional de Inventos de Ginebra, con Medalla de Oro y felicitación especial del jurado, gracias a su dispositivo de reconocimiento por córnea. Se trata de un sistema de autentificación de personas de la más alta fiabilidad, basado en comparar puntos diferenciales de la córnea de un individuo cualquiera. Pero éste constituye tan solo el más reciente eslabón de la larga cadena que atesora con orgullo Celia Sánchez-Ramos, profesora de Optometría y Visión de la Universidad Complutense de Madrid, y Mejor Inventora de 2009 según la ONU -segunda investigadora en el mundo en lograr el galardón-. De familia emprendedora y mente eminentemente práctica, Sánchez-Ramos confiesa como único secreto su cercanía ("al ser profesora estoy entrenada en el acercamiento a las personas"), y es consciente de que el hecho de que sus descubrimientos tengan una aplicación en la vida de las personas ayuda. Desde hace 4 años, todos sus productos y patentes los comercializa a través de Alta Eficacia Tecnología, una spin-off de la UCM. Lo siguiente que sacará al mercado, unas lentes de contacto que protegerán los ojos de los efectos nocivos de la luz violeta y pondrán freno a la Degeneración Macular Asociada a la Edad, primera causa de ceguera en el mundo desarrollado. P Usted ha pasado del laboratorio a la empresa y a la aplicación diaria, pero no es un caso común. ¿Por qué su ciencia sí llega al ciudadano? R En la ciencia hay grados de profundidad, por un lado está la básica y por otro los ensayos clínicos. En mi caso la ciencia es más aplicada, pero siempre aplicada desde la ciencia básica. Mi objetivo es dar soluciones a problemas, buscando a las personas que me ayuden a ello. En España lo tenemos todo, la investigación más extraordinaria, el ensayo clínico más complicado, tenemos gente preparada para hacerlo. Sin embargo, muchas de estas personas se sienten desaprovechadas y se dan por vencidas. Creo que mi éxito pasa porque trabajo mucho, también tengo suerte, pero tengo más suerte cuanto más trabajo. P ¿Por qué todavía ese desprecio a los investigadores? R En España la ciencia y los investigadores aún no están considerados. No digo que tenga que ser como en Sudamérica, que están casi reverenciados, o como en EEUU que, al no existir la aristocracia, los investigadores constituyen la aristocracia del conocimiento. No creo que en España la ciencia esté denostada o despreciada, creo que es incomprendida. Hasta hace poco el investigador era ese loco al que le había dado por estudiar, ahora es sólo algo desconocido y, como tal, al no ser transparente despierta en la gente algo de reparo. Se dan en estos momentos unas formas de investigar que, como no se conocen desde el punto de vista social, el desconocimiento hace que se identifiquen con cosas raras. Pero eso se puede solucionar. El científico es una persona que ha estudiado, que trabaja en un área concreta del conocimiento, que tiene curiosidad por las cosas, prestigio y que puede formar a otros y hacer escuela. P ¿Es complicado patentar? R Es cuestión de conocer una serie de elementos para actuar y de perseverar, no tirar la toalla antes de tiempo, algo que a veces los españoles tendemos a hacer. Me gustaría dejar claro que hacer patentes es hacer público: te informas, escribes tu metodología, tu experimento, para que pueda ser replicado por cualquiera en cualquier parte del mundo. Lo presentas ante unos examinadores, quienes comprueban lo que dices y te replican. El proceso puede durar lo que quieran, lo que realmente cuesta es ir presentándolo país por país, pero mi obligación como investigador es hacerlo público para que otros puedan trabajar sobre ello. El Estado, como contrapartida al no tener el secreto industrial, te concede la exclusividad de explotarlo durante 15 ó 20 años, y después pasa a ser del mundo, cualquiera podría explotarlo. Es un proceso en el que no se pierde nada, sólo es ganar. P Esa cultura del esfuerzo a la que alude, ¿la percibe en las nuevas generaciones a las que imparte clase en la facultad? R Creo que no les puedes exigir un esfuerzo con 20 años cuando no se lo han enseñado con 10. No podemos criar a los jóvenes entre algodones y luego soltarlos al mercado laboral para que se maten. La formación de nuestros jóvenes depende de todos, y sorprende que muchas veces no se inculque ese esfuerzo. No quiero culpar, pero sí mirar hacia delante, qué podemos hacer hoy para que la gente entienda y avance. ¿Por qué se han puesto de moda las patentes, la tecnología? Porque se ha puesto de manifiesto que si no hay soporte no hay nada. Desde la administración y la universidad se está intentando enseñar a hacer patentes, pero no es una cosa de un día para otro. En España tenemos 400 patentes anuales, una cifra bajísima, los terceros por la cola de Europa, teniendo en cuenta que Europa ni siquiera es referencia. P ¿Qué siente al inventar cosas que cambian la vida a la gente? R Agradecimiento. Al ser mujer tienes esa condición de pensar que hace 50 años no podrías ni haber soñado con esto. Agradecimiento por haberlo podido hacer. Me gustaría que las demás hicieran lo mismo, que hubiera réplicas. P ¿Qué aconseja a los jóvenes que quieren dedicarse al mundo de la investigación? R Que se ofrezcan, que entiendan que pueden, que se tienen que formar, pero que lo más importante es querer. Se necesita perseverancia y constancia. Tienen que saber que se van a caer miles de veces, pero que hay que mirar hacia delante.