HSBC estudia deslocalizar su sede por la restricción impuesta sobre las primas londres. La banca británica recupera la batalla contra el coto a los bonus aplicado en casa y ataca donde más duele. Los grandes del sector amenazan con un éxodo masivo como consecuencia de la pérdida de competitividad generada por las estrictas medidas impuestas por el regulador. Mantener Reino Unido como centro de operaciones se habría convertido en un riesgo, después de que las autoridades llevasen hasta las últimas consecuencias el código de conducta en la materia acordado por el G-20. Los elogios de los demás países a la determinación británica representan para la industria un reconocimiento falso que sólo beneficia la mayor laxitud normativa de los rivales del entorno. Por ello, gigantes como HSBC analizan ya oficialmente la posibilidad de emigrar, como ya había hecho su consejero delegado y todo el departamento de estrategia, asentados desde final del pasado año en Hong Kong. La alerta es clara, la tasa unilateral del Tesoro a los bancos está horadando su capacidad de competir y cuestiona la conveniencia de Reino Unido como sede de operaciones. Los altos ejecutivos han enumerado sus denuncias: la Autoridad de Servicios Financieros (FSA, en sus siglas en inglés) es el único regulador del mundo que ha aplicado restricciones a los bonus para las operaciones internacionales de los bancos domésticos. El doble de afectados Una decisión que complica la competitividad en el exterior y a la que se suman apuestas adicionales, como el personal incluido en la categoría de "influencia significativa". Si las retribuciones extraordinarias de ésta ven notablemente reducidas las partidas en metálico y deben ser entregadas en plazos, el número de afectados en Reino Unido dobla a los de otros países occidentales. Además, el sector ha advertido de que socios del G-20 como China, India o Brasil, han ignorado la normativa y otros, como Estados Unidos, han optado por no aplicarla en las operaciones internacionales acometidas por las entidades de casa. Tampoco Francia o Alemania prevén imponer las restricciones globalmente, ni generalizarlas, ya que se restringirán a altos ejecutivos y asesores.