Los países balcánicos intentan frenar su dependencia energética hacia Moscú con un nuevo gasoductomilán. ¿Puede prescindir Europa de Moscú para sus adquisiciones de gas? Teniendo en cuenta las reservas rusas (47,82 billones de metros cúbicos, es decir, el 26,6 por ciento del total mundial), su cercanía a nuestros centros de consumo y el aumento de la demanda interna (del actual 25 por ciento al 28,2 por ciento del total en el año 2020), parece evidente que no.En el horizonte de 2030, los suministros de Moscú parecen destinados a convertirse en la primera fuente de aprovisionamiento, superando incluso la producción interna, con todo lo que eso puede significar en el ámbito político, como nos han demostrado brutalmente los recortes de suministros a Ucrania, Bielorrusia y Georgia, que estuvieron motivados por controversias bilaterales pero terminaron perjudicando -al menos en los dos primeros casos- a las empresas y los consumidores europeos, que son los destinatarios finales de ese gas.¿Se puede, pues, encontrar una alternativa? El hecho de que el Kremlin controle una cuarta parte de los recursos totales parece acabar, a largo plazo, con cualquier ilusión al respecto. En cualquier caso, hay varias formas de apañárselas en este matrimonio obligado: se pueden poner sobre la mesa de negociación temas hasta ahora obviados como la entrada de Rusia en la Organización Mundial del Comercio (OMC), que tanto desea Moscú, las perspectivas de acceso a la UE o los equilibrios político-militares generales, a los que Moscú es muy sensible por su incapacidad de vencer en una nueva carrera armamentística por falta de medios económicos.Alternativas disponiblesPero también se puede recurrir a todos los recursos energéticos alternativos disponibles. Y eso es precisamente lo que quieren hacer diversos países balcánicos, con Hungría a la cabeza, temerosos de seguir dependiendo por completo de Moscú.El área de suministro ya ha sido identificada en la zona del Asia central ex soviética y la región del Caspio, que rezuman hidrocarburos. Según las estimaciones, allí habría entre 17 y 49,7 billones de barriles de crudo (con otros 55-186 billones posibles procedentes de diversas fuentes) y 18.000 millones de metros cúbicos de gas.Esta riqueza estará disponible construyendo los oportunos oleoductos. Algunos ya están operativos, como el de Baku-Tblisi-Ceyhan, con 50 millones de toneladas de crudo. Es un oleoducto en el que se empeñó Estados Unidos, y que se inauguró hace un año. Otros se podrán utilizar próximamente, como el gasoducto Baku-Tblisi-Erzurum, capaz de transportar 30.000 millones de metros cúbicos anuales, y los demás se construirán en la próxima década, si se encuentra la financiación necesaria (cerca de 5.000 millones de dólares). Entre éstos está el gasoducto transcaspio, que debería dirigir 16.000 millones de metros cúbicos anuales de gas desde Turkmenistán hacia Europa.Pero el gasoducto crucial es el de Nabuco, destinado a transportar, a través de tres ramas diferentes, los recursos del Caspio, los iraníes (que tienen la segunda mayor cantidad del mundo, con 26,67 millones de metros cúbicos) y los iraquíes (por ahora, más modestos, con sus 3.170 millones de metros cúbicos). Una de sus ramas, con un coste de 950 millones de dólares, aproximadamente, unirá Salónica con Otranto, permitiendo importar a pleno rendimiento 8.000 millones de metros cúbicos.Si es obvio el interés europeo por estos recursos alternativos, no es menos claro el de Estados Unidos, que está impulsando una rápida realización de este gasoducto. El vicesecretario de Estado norteamericano, Daniel Freid, apuntó, el pasado 15 de marzo, que "esos gasoductos formarán un corredor meridional de infraestructuras, ofreciendo una alternativa equitativa y transparente a las redes de Gazprom, con una fuerte expansión en el norte de Europa". "Este corredor puede cambiar el mapa estratégico euroasiático al tiempo que ofrece a los Veintisiete grandes volúmenes de gas para diversificar sus fuentes energéticas y limitar el aumento de la dependencia de un solo suministrador y de una sola red de distribución", añadió.En realidad, el interés estadounidense parece claro, pensando en el papel clave que "Turquía desempeñará en este gran contexto estratégico", como promotora del gasoducto de Nabuco (la empresa Botas está en primera fila, junto a la austríaca OMV) y como vía de tránsito insustituible. Un papel que, sin embargo, muchos en Europa dudan en reconocerle, especialmente, tras la llegada al Elíseo del anti-turco Nicolas Sarkozy.Por otra parte, Rusia está intentando desviar los recursos del centro de Asia hacia su propia red distribuidora. Y tanto el gigante ruso como China están dispuestos a jugar al alza con el objetivo de asegurarse al menos una parte de estos recursos para sus propias economías que, en la actualidad, están experimentando un crecimiento galopante. Europa tiene, pues, que moverse con rapidez y decisión, como vienen solicitando, desde hace tiempo, los países balcánicos.