Falta justo una semana para que la guerra entre Telefónica y Portugal Telecom (PT) abra un nuevo capítulo, quizá decisivo, sobre la conquista de la operadora Vivo. El campo de batalla es el siguiente: El 30 de junio está convocada la junta de accionistas de PT en la que se decidirá sobre la oferta de Telefónica por el control de la operadora brasileña, participada por ambos grupos ibéricos. Sobre la mesa relumbran los 6.500 millones de euros prometidos por Telefónica por el 30 por ciento del capital del grupo luso en Brasilcel, sociedad propietaria del líder brasileño del mercado de móviles. Pueden recrearse, al menos, cuatro escenarios. s Que los accionistas de PT acepten los 6.500 millones. Sería el paisaje soñado por Alierta. No habría más que decir: Aquí paz y después gloria. s Que Telefónica incremente a última hora la actual oferta y los accionistas de PT se rindan ante el empeño de la española. El resultado sería parecido al supuesto anterior. Si acaso, las firmas de valoración ponderarían si deben castigar el rating crediticio de Telefónica, ya que elevaría su ratio de deuda sobre ebitda. s Que Telefónica mejore su oferta por Vivo y PT responda con el aplazamiento de la junta del 30 de junio. Si eso ocurriera, el grupo español debería cambiar de estrategia para no calentar una subasta en la que tiene más que perder que ganar. Sería el momento de nuevas grandes decisiones. Alierta podría lanzar una opa sobre PT, compañía abocada a perder el blindaje de su acción de oro el 8 de junio. También estudiaría la escisión de Brasilcel en los tribunales, como temen los accionistas de PT. s Que los accionistas de PT rechacen cualquier oferta de Telefónica por Vivo. La teleco lusa podría cantar victoria... aunque con la certeza de que Alierta persistiría ferozmente en su caza. El grupo español podría emprender una aparente retirada. Ante esa hipótesis, la opa por PT ganaría consistencia a pasos agigantados. Dicen que Telefónica sólo retrocede para tomar impulso.