El principal problema de Grecia es su gasto público, mientras que en nuestro país sufren las empresasmadrid. Que Grecia no es España es una realidad, pero eso no significa que España sea favorita para ganar la liga mientras Grecia está en los puestos de descenso. En los últimos meses se han hecho muchas comparativas que han perjudicado la reputación de nuestro país. Empezando por las reacciones de los políticos y terminando por el ataque de los mercados internacionales a la deuda soberana de ambos países. En la cuenta atrás hacia la debacle económica, tanto el Gobierno socialista de Giorgos Papandreu como el de José Luis Rodríguez Zapatero se negaron en redondo a hacer profundos recortes para afrontar el déficit. Así como ambos dirigentes se enfrentaron en su día a las decisiones del Fondo Monetario Internacional (FMI) y de la Unión Europea, que les pedían más ajustes, los dos han tenido que comerse sus palabras y presentar un plan de austeridad "inimaginable hace dos días", tal y como expresó el propio Zapatero durante la presentación del programa antes el Congreso de los Diputados el pasado miércoles. Sin embargo, la tragedia vivida en el Estado heleno poco tendrá que ver con el drama que se puede llegar a vivir en nuestro país si no se toman las medidas necesarias para recortar el gasto, crear empleo y reducir la deuda de las empresas, las entidades financieras y las familias. De momento, el plan de ajuste de Zapatero parece haber convencido a los mercados y desde el FMI y el BCE se han oído voces alentadoras que subrayan que España cuenta con unas instituciones "robustas", tiene buenos historiales de política económica y su situación fiscal de partida era fuerte. Pero hay males que ambos países comparten, como la alegría del gasto público, la tardanza para acometer reformas estructurales de largo alcance y la incapacidad de reducir una burocracia administrativa desbocada a todas las escalas territoriales que genera un enorme coste económico -el gasto de las comunidades autónomas y los ayuntamientos supone el 49 por ciento del gasto total de Estado-. Aunque no en la medida de Grecia, también en la Península Ibérica la productividad de los factores es comparablemente baja y la competitividad e innovación tecnológica de las empresas es insuficiente en numerosos sectores. El problema que sobrevuela Grecia es la quiebra del Estado, mientras que en España está amenazada la estabilidad de la economía real. Además, si bien ambos gobiernos son conscientes de la seriedad del grado de endeudamiento -la deuda pública griega es el 115,1 por ciento del PIB y la española, el 53,2 por ciento- y han anunciado medidas resolutorias, el paso al que las acometen hace temer que los efectos de mejora sean lentos. El plan de austeridad adoptado por Grecia es mucho más ambicioso que el presentado por el Gobierno de Zapatero, aunque no por ello menos creíble. España cuenta con la baza del tiempo para iniciar reformas, mientras que Grecia se ha visto obligada a declararse en quiebra técnica. Si bien es cierto que, aunque el déficit español -11,2 por ciento- es uno de los más elevados de la zona euro, por detrás de Grecia -13,6 por ciento- e Irlanda - 14,3 por ciento-, su deuda pública es una de las más bajas de Europa. Así, el verdadero problema de España no se encuentra en el sector público, sino en el sector privado, donde la deuda alcanza el 120 por ciento del PIB. El paro es otro de los problemas a los que se tiene que enfrentar Zapatero, que a diferencia de Grecia -12,1 por ciento- en España los desempleados llegan al 20,05 por ciento de la población activa. A favor de España, nos encontramos con un déficit más cíclico y, por ello, más manejable. España ha cumplido con los requerimientos del Plan de Estabilidad e incluso ha registrado superávit en los últimos diez años. En Grecia, sin embargo, el problema del déficit público se ha ido arrastrando en la última década -promedio superior al 5 por ciento-. Grecia lleva camuflando su déficit desde que entró en el euro, por lo que nunca ha cumplido los criterios de Maastrich. Los griegos han vivido por encima de sus posibilidades desde el año 2000. El problema radica en corregir diez años de desfases presupuestarios. Más credibilidad Otro alivio para España es que su plan de austeridad es más creíble. Al menos para la agencia de calificación Moody's, que apoya el plan de austeridad marcado por el Gobierno, mientras que el rating de Grecia puede verse recortado desde el A3 actual a Baa1 (la agencia S&P calificó de basura la deuda griega el mes pasado). Además, los mercados confían en las estadísticas españolas, mientras que se duda de las griegas. Un ejemplo: tras su llegada al poder en Grecia, los socialistas revisaron la previsión de déficit público para 2009 desde el 3,7 por ciento del PIB que se había estimado hasta el 12,5 por ciento (finalmente es del 13,6 por ciento). No todo son miel y flores para el plan de austeridad español. La línea seguida por Zapatero recuerda a los programas adoptados por Grecia y Portugal, que buscan cómo reducir sus galopantes deudas públicas y su déficit. En cambio, el problema más acuciante de España es la destrucción de empleo, la desaparición de empresas y la elevada deuda del sistema financiero. De ahí que el Ejecutivo deba acelerar la puesta en marcha de una reforma laboral, la reestructuración financiera y deba reducir los impuestos sobre sociedades. Funcionarios que pesan Grecia tiene una quiebra del Estado que pesa... y mucho. Después de los Juegos Olímpicos celebrados en el país en 2004, su Gobierno engañó sobre sus estadísticas enmascarando una realidad económica marcada por un déficit que alcanzó el 13,6 por ciento el pasado año y una deuda que rozará el 134 por ciento del PIB en el ejercicio 2011. El Ejecutivo expandió los límites del Estado contratando a 100.000 nuevas personas en el sector público, compuesto en la actualidad por un millón de funcionarios -el 13 por ciento de los trabajadores-. Y no sólo eso: aumentaron los sueldos por encima del crecimiento del PIB e hicieron otro tanto con las pensiones. El péndulo se fue al extremo contrario. Dejaron que las cosas fueran demasiado lejos y hoy el Gobierno pretende superar el déficit recortando en un 20 por ciento el salario de los empleados públicos. En España, el Gobierno sólo habla de una bajada del 5 por ciento de media de los salarios. Aún así, también sufre de microcefalia administrativa. El 20 por ciento de los asalariados pertenecen al sector público. Cuestión de tamaño El tamaño del PIB también marca diferencias importantes que pueden tener una doble lectura. El PIB español es cuatro veces superior al griego. Esta inmersión le convierte en una economía mucho más sólida y una situación política más estable que la de Grecia; pero, al ser una economía más grande, sus problemas también pueden tener consecuencias mucho más costosas. La evasión fiscal es otro de los males del Gobierno de Papandreu. Grecia debe esforzarse en tratar de reducir la evasión fiscal que se ha convertido en una epidemia. Su país no está sumido sólo en una crisis financiera, sino también en una crisis mucho más profunda. "Es absolutamente necesario ganar la guerra contra la evasión de impuestos", ha agregado el mandatario, en relación al índice de grandes fortunas que no pagan. Su Ministerio de Hacienda ha presentado un proyecto de ley fiscal que ampliará la escala impositiva al 40 por ciento en los impuestos a la renta de las personas físicas inferiores a los 75.000 euros. Con esta medida, el Estado piensa recaudar este año casi 4.000 millones en impuestos adicionales y otros 1.200 millones con el combate de la evasión fiscal. También la financiación es otro de los puntos que marca la diferencia entre ambos países. Mientras Grecia puede tener un problema para financiarse porque los mercados no quieran comprar su deuda, en España será cuestión de precio.