La tela de araña de Telefónica se ha cruzado en la carrera de este veterano de Vietnammadrid. Ni el guión más enrevesado de una película de sobremesa de sábado se atrevería con un argumento basado en su vida. Crucen en un mismo personaje el siguiente abanico de estereotipos de pequeña pantalla: Un emigrante cubano que salió de su país huyendo de la situación creada por el régimen de Fidel Castro y ha creado una organización pro-derechos humanos para Cuba dedicada a minar desde el exterior el castrismo; un veterano de la guerra de Vietnam que a su regreso a Estados Unidos empuñó los libros de Contabilidad y Finanzas y acabó disparando las ventas de jabones Camay de Procter & Gamble; y un cazafortunas que inventó la pizza a domicilio con Telepizza y convirtió la pequeña empresa sostenida en un ejército de motoristas en una de las 35 principales de la bolsa española.El hombre existe, se llama Leopoldo Fernández Pujals, ahora es presidente y máximo accionista de Jazztel y su cara es la misma que veían hace unos meses en televisión recordándoles que Telefónica es muy mala porque está acabando con la competencia en España. Eso dice Leo, como le llaman todos los de su entorno, quien paga espacios publicitarios en prime time para que su palabra resuene en el mercado como si se tratase de la de un profeta. Pero verbo hábil y su capacidad de maniobra han caído esta vez en la red de una araña demasiado grande, demasiado poderosa y que, hoy por hoy, está demasiado molesta por tener que alimentar a base de indemnizaciones a Jazztel. Los gritos de Pujals han servido en la CMT, pero Telefónica se ha puesto a darle la llave de las centrales a un ritmo trepidante y el juicio en la justicia ordinaria, que empieza el próximo lunes, puede desinflar uno de los principales argumentos de Jazztel.El secreto escondido en la masa de Telepizza se le está atragantando en su paso al negocio de la telefonía. Los analistas le vigilan esperando que en cualquier momento salga de Jazztel con otro maletín debajo del brazo como el que se llevó cuando vendió Telepizza, nada menos que por 300 millones de euros de los que no tiene que dar explicaciones fiscales en Bahamas, donde ha fijado su residencia. Para tranquilizar al mercado, le ha dicho con voz pausada que aguantará en Jazztel tanto como en Telepizza y que, si no se queda más es porque tiene intención de jubilarse a los 68 años. Echen cuentas. En ese plazo tiene que haber logrado su promesa de llevar la acción de Jazztel hasta los cuatro euros. Y lo quiere hacer a fuerza de publicidad, porque lo que es de teléfonos, Leo no sabe mucho más que marcar. Y lo dice sin ningún pudor. Cuando se le pregunta cualquier cosa sobre Jazztel que se salga del guión del día se encoge de hombros y contesta que no sabe nada de eso y que, si no le han comentado nada las personas de su equipo, será que no es importante. Y el hecho es que este estilo le funciona con tal certeza que sus competidores, escépticos con tan claro poder verbal, empiezan a preguntarse quién es la mano negra que sostiene las caídas de Jazztel.Mal que les pese, si Pujals logra su objetivo, habrá ganado la friolera de 923 millones de euros, porque las acciones de Jazztel que compró las pagó a 0,2 euros. No es de extrañar que tenga esa sonrisa cuando se le ve por el Ritz sentado con un grupo de jóvenes libreta en mano escuchando sus indicaciones.