SINGAPUR. En realidad, fue en 1980 en Irlanda cuando el empresario japonés Maki Kaji arrancó el sueño que, décadas después, se ha convertido en una auténtica revolución social y en un fabuloso negocio a propósito de los pasatiempos. Un día de ese año, Kaji, confeso amante de las carreras de caballos, bautizó a su empresa creadora de puzzles y pasatiempos con el nombre del equino ganador al que había apostado: Nikoli. Poco después, Nikoli comenzó la comercialización de un puzzle, el sudoku, cuyo concepto matemático se remonta al siglo XVIII pero que rápidamente enganchó -primero en Japón, luego en el resto del mundo- a una legión de adictos. Sus reglas simples y una solución compleja han cautivado ya a unos 80 millones de consumidores en todo el mundo que, por supuesto, han convertido el fenómeno en una máquina de hacer dinero.Sobre todo, porque este tipo de pasatiempos causan furor en Japón, donde se venden unos 600.000 ejemplares de revistas de sudoku. Incluso, desde que este puzzle se globalizó fácilmente como consecuencia de no requerir traducción ni tener barreras culturales, unos 600 periódicos de no menos 66 países lo han incluido entre sus pasatiempos, compitiendo -y prácticamente desbancando- con los clásicos crucigramas de toda la vida. Su tirón ha llevado a la publicación de unos 200 libros temáticos que han vendido unos 20 millones de ejemplares. En total, se estima que el fenómeno sudoku ha generado al menos 250 millones de dólares, según publica The New York Times. Pero, curiosamente, Maki Kaji, no exactamente su creador pero sí el verdadero impulsor del sudoku, no ha sido quien más se ha beneficiado del negocio.Su empresa Nikoli cometió un imperdonable error de principiante: no registró la marca fuera de Japón. Así que, después de dos décadas vendiendo con éxito su producto en el mercado nipón, Kaji fue incapaz de reaccionar después de que los periódicos británicos, primero, y los estadounidenses, después, comenzaran a publicar sudokus en sus páginas a finales de 2004.Desde entonces, una vez el puzzle más famoso del mundo se convirtiera en todo un fenómeno, Nikoli no ve ni un solo euro por los derechos de propiedad intelectual o royalties que se generan fuera de Japón. Ahora, Kaji prefiere sacar conclusiones positivas y asegura que sin su democratización el sudoku nunca habría triunfado globalmente como lo ha hecho, dijo el presidente de Nikoli al diario neoyorquino, en referencia a los efectos negativos de no haber registrado la marca. En estos dos últimos años las ventas anuales de Nikoli, que cuenta actualmente con sólo 20 empleados, rondan los cuatro millones de dólares. Uno de los que sí está haciendo su agosto es el neozelandés Wayne Gould, un juez retirado de Hong Kong, que después de ver una revista de sudoku en una librería de Tokio, en 1997, pasó seis años desarrollando un programa informático para crearlos. Gould fue quien convenció, en noviembre de 2004, al diario londinense The Times para que empezara a publicar los puzzles. Actualmente, Gould es, gracias al programa Pappocom Sudoku, el principal proveedor de sudokus a los principales periódicos mundiales. "El sudoku sólo puede seguir creciendo. Se expandirá de un país a otro porque no hay barreras culturales", advierte Wayne Gould. El horizonte parece despejado: aparte del negocio editorial, los periódicos conceden gran importancia, por los lectores que atraen y por su efecto fidelizador, a los pasatiempos que publican. Los lectores participanEl secreto para Nikoli consiste no tanto en crear puzzles como en dejar que sus propios lectores aporten ideas y, con ellas, perfeccionar los pasatiempos. Unos 50.000 lectores de una de sus revistas principales mandan sus ideas, proposiciones o sugerencias para su estudio o perfeccionamiento, algunas de las cuales son incluso publicadas en sus medios. Ese proceso crea un flujo de ideas e información de cerebritos amantes de este tipo de pasatiempos que Nikoli sabe aprovechar muy bien. Mientras sudoku se va haciendo grande y Nikoli explota el negocio, en cartera esperan otros 250 puzzles que algún día podrán conquistar también el mercado. "Somos prolíficos. Hacemos esto porque amamos estos juegos, no por el dinero", remata Maki Kaji.