Nace una iniciativa telefónica que crea pequeños empresarios y amplía el comerciomilán. En el estrado están sentados el egipcio Naguib Sawiris, propietario de Orascom y de Wind; Arun Sarin, número uno de Vodafone, y Sanjiv Ahuja, consejero delegado de la francesa Orange. Sawiris sorprende a los presentes con una frase de impacto: "En este escenario hay dos hindúes y un egipcio: ha llegado nuestra hora".Este encuentro, celebrado en la última feria 3GSM de Barcelona, se convirtió en la instantánea de los nuevos jefes de la telefonía móvil. Con poco más de 50 años, conocen bien el negocio y la importancia de las relaciones diplomáticas, proceden de los países emergentes, y decidieron apostar por ellos para salir de los trillados caminos de los mercados avanzados.Orascom, que hace poco festejó haber alcanzado los 50 millones de clientes, se dio a conocer en las telecomunicaciones porque invirtió su dinero donde otros nunca lo habrían hecho: Irak, Bangladesh, Zimbabwe, Pakistán, Argelia, Túnez y Egipto, donde el faraón de los móviles juega en casa.Para Arun Sarin, originario del Estado de Madhya Pradesh, India es la nueva frontera de los móviles, más que un lugar de nostalgias. Con una inversión de 11.100 millones de dólares, el responsable de Vodafone conquistó el control de Hutchison Essar, el cuarto operador del subcontinente, con el que cada mes seis millones de personas suscriben un contrato de telefonía móvil. Dicho de otra forma, una quincena de operadores se reparten ya la astronómica cifra de 155 millones de usuarios, lo que significa sólo el 15 por ciento de la población.Tras licenciarse en ingeniería electrónica en la Universidad de Delhi, Sanjiv Ahuja se formó en IBM, para desembocar después en France Télécom, con la responsabilidad de dirigir el operador de móviles Orange. Está bien operar en Francia, Reino Unido, Holanda y España, se dijo Ahuja, pero no hay desarrollo sin mercados emergentes. Así, en poco tiempo la marca Orange se extendió también a Botswana, Camerún, Costa de Marfil y República Dominicana.Un récord históricoCon los números en la mano es imposible contradecir a Sawiris y a sus colegas. A finales de 2006 se fraguó la revolución: con 1.600 millones de abo- nados, los países en vías de desarrollo superaron el número de usuarios de los mercados avanzados, donde en algunos casos la tasa de penetración superó el cien por cien de la población.Sin embargo, la horquilla con Europa occidental o EEUU, se estrecha más rápidamente de lo que parece. La utilización de las oportunidades tecnológicas funciona como palanca económica, reduce las distancias comercia- les y crea una clase de pequeños empresarios siempre disponibles y en movimiento, como taxistas, mensajeros, fontaneros o tapiceros. Un estudio de la London Business School estima que, en los mercados emergentes, el incremento de 10 puntos en la tasa de difusión de los móviles equivale a un crecimiento del PIB del 0,6 por ciento. En Kenia, Safaricom está a punto de lanzar un servicio dedicado a los que no tienen cuenta corriente, pero que ya disponen de móvil. Con un simple sms, gracias a un acuerdo con el Comercial Bank of Africa, se podrá transferir dinero o efectuar pagos, un sistema que ya ha puesto en marcha la compañía hindú Bharti Airtel en un pueblo del Himalaya y que funciona en Suráfrica, donde las distancias hacen que a los bancos no les sea rentable abrir sucursales en zonas rurales.Pero el presidente del State Bank of India, O. P. Bhat, da un paso más: quiere transformar el teléfono móvil en el sistema más rápido y seguro para transferir las remesas de dinero de los inmigrantes de Europa o América a sus países de origen, como India o Filipinas. "Es un método más fiable, más económico y más rápido que los que se utilizan hoy en día", asegura Napoleón L. Nazareno, presidente de la compañía filipina Smart Communications.La GSM Association, que reúne a los operadores de todo el mundo, ya ha puesto en marcha un proyecto sobre moneda electrónica junto a Master Card, pero se dio cuenta de que el futuro apunta, además, a otras vías.De Ruanda partió, el año pasado, el primer test para transmitir vía móvil los datos sobre la difusión del virus del Sida y crear un banco de datos a disposición de los hospitales con más medios de los centros urbanos. Mientras, en Kenia, un grupo de escuelas ofreció por vez primera a sus alumnos conexión a Internet, gracias a los sistemas Gprs y Edge, en zonas del país donde la línea de telefonía fija nunca ha llegado y difícilmente llegará.Doble personalidadLa industria de las telecomunicaciones ha olido el negocio y, en algunos casos, ha sacrificado incluso lo que parecían antiguas certezas. Ha descubierto que el móvil puede incluso tener una doble personalidad: puede ser multimedia, sofisticado y costoso para los usuarios europeos... y elemental en sus funciones, multilingüe en el menú y con un precio por debajo de los 30 dólares para los que, hasta hace unos años, nunca se podían comunicar.Todo se puede adecuar a los nuevos mercados, según la filosofía de los operadores y suministradores de tecnología. Así, Ericsson, para alimentar las estaciones de radio de Idea Cellular en India y de MTN en Nigeria, ha sustituido el costoso gasóleo por el biodiésel extraído del aceite de palma, producido y vendido por las comunidades locales. Dichas estaciones de radio hacen viajar llamadas telefónicas y mensajes entre los lugares más aislados del país. Y la capacidad de transmitir alcanza a casi todas las poblaciones, incluso en las zonas más atra- sadas. Asegurada la cobertura, lo demás es coser y cantar. Es hora de que los pequeños operadores locales entren en juego y expriman su fantasía.Orascom ha colocado decenas de estaciones GSM en minúsculas aldeas de nómadas en los bordes del desierto argelino: son los herederos de las viejas cabinas telefónicas.Al mismo tiempo, la Fundación Grameen, nacida del banco de Muhammad Yunus, financia con microcréditos a los que quieren abrir un negocio telefónico en pueblos de Bangladesh, Ruanda, Filipinas, Uganda y Camerún. Con una pequeña suma a crédito se pueden comprar paquetes de tarjetas prepago y un teléfono para ponerlo a disposición de todo el pueblo. Gracias al móvil, los agricultores logran información en tiempo real sobre la evolución de los precios en las plazas más alejadas, los pescadores saben si hay demanda en la ciudad vecina y los pequeños comerciantes y artesanos acuerdan de antemano los precios del día. Además, el titular del negocio no tiene que disponer de oficina, licencia o autorización ministerial. Basta un simple móvil para poner en red a un país que tiene hambre de comunicación.