Clint Eastwood gira la cámara hacia los japoneses en 'Cartas desde Iwo Jima'Probablemente sea inédito en la historia del cine el hecho de contar con dos superproducciones, dirigidas por el mismo artista, que abordan sin maniqueísmo las dos caras de una misma batalla. La usual película bélica de Hollywood siempre tiene héroes americanos que luchan contra los amarillos o los rojos: vietnamitas, chinos, rusos y japoneses que apenas si se ven y son tratados como un colectivo de malvados que deben ser derribados. Banderas de nuestros padres, primera parte de este canto antibélico, no ensalzaba héroes americanos, pero los japoneses eran una sombra oculta en la jungla de una isla durante un episodio tremendo de la II Guerra Mundial. Sin embargo, Clint Eastwood, su inteligente director, supo dar la vuelta a su cámara y dejando como sombra maligna a los americanos, se colocó del lado nipón de la misma batalla y rodó, con idéntica estética, Cartas desde Iwo Jima. El díptico, visto en conjunto, envía a sus espectadores un mensaje muy claro y fulminante: no hay buenos ni malos, héroes ni villanos, ganadores ni perdedores en el cruel juego de la guerra. Todos pierdenEn el campo de batalla todos pierden. Pierde el joven soldado de Oklahoma que muere como preso. Pierde el jovencísimo panadero japonés con uniforme militar que, de repente, se percata de que los del otro lado también tienen madres que sufren por ellos. Pierde el general nipón que no tuvo apoyo logístico para defender la isla, y pierden los soldaditos americanos que fueron captados por un fotógrafo poniendo una bandera que los convirtió en forzosos héroes cuyas caras vendían bonos de guerra.En ambos casos, el discurso es antibélico. Banderas… nos enseña cómo el orgullo y la necesidad de triunfo hunde a los americanos y Cartas… nos muestra cómo el talón de Aquiles japonés es el honor que conduce al suicidio orgulloso. La primera nos conmueve con la honestidad y desconcierto de unos falsos héroes fabricados por el gobierno, y la segunda con la decepción y desmoralización de unos soldados que saben que van a una batalla donde no les queda más que morir por el Emperador con honor. Teniendo como leit motiv las cartas de los soldados japoneses a sus madres y a sus novias, la nueva película de Eastwood es un retrato humano de unos soldados culturalmente distintos pero poco más. Son igual de niños y están igual de asustados.Cartas desde Iwo Jima, quizá por su diferente punto de vista, parece superior a Banderas… que, al fin y al cabo, es una hermana menor del soldado Ryan y otras tantas épicas de guerra del Hollywood reciente. El soberbio Ken Watanabe, el mismo que de enfrentaba a Cruise en la muy maniquea El último samurai, se erige como un actor superlativo con su encarnación del decepcionado general que añora los tiempos fantásticos que vivió en Estados Unidos, hoy país enemigo.