Mientras caen las ventas de la cadena, el grupo busca un sustituto para el consejero delegado, Paul Presslernueva york. Muerto el perro se acaba la rabia. O al menos eso es lo que pensaban en GAP cuando dieron a conocer la salida de su consejero delegado, Paul Pressler, que en los últimos meses se sabía el cabeza de turco que todos señalaban como causa de la crisis en la que se encuentra sumida la archiconocida marca de ropa. Mientras la cadena textil sigue lidiando con una caída de ventas y una reputación que comienza a hundirse en el olvido, la nueva tarea de encontrar un sustituto adecuado para Pressler, que entró en la empresa allá por 2002 con la intención de levantar de nuevo a la alicaída compañía, se ha convertido en un nuevo escollo que no tendrá fácil solución. De momento, Robert Fisher, el hijo de los fundadores de Gap, Donald y Doris, ha asumido el puesto de forma temporal aunque los expertos aseguran que el también presidente del consejo de administración no es la persona adecuada para repescar el momento de las tiendas y es que aunque lleva tres décadas en la compañía nunca ha permanecido en un mismo puesto durante mucho tiempo. Pero Gap ya se ha lanzado y ha creado un comité de reclutamiento que valore distintas opciones, aunque idealmente la compañía busca un consejero delegado con experiencia, especialmente en el campo de la moda. Varios nombres comienzan a sonar con fuerza están el de Vanessa Castagna, que la semana pasada dimitió de su puesto como miembro del consejo de Mervyns y que ha jugado un papel esencial en el cambio ejercido sobre las tiendas JC Penney. Pero no son los únicos nombres que se barajan. También se tienen en cuenta para el puesto son Roger Farah, presidente y CEO de Ralph Lauren Co, y Paul Charron, el ex capitán de Liz Clairborne.