Ante las numerosas quejas, se están poniendo a prueba sistemas de seguridad de vía rápidaLas recientes medidas de seguridad adoptadas por Estados Unidos y el Reino Unido acabarán por aplicarse en toda la Unión Europea. Son fuentes de colapsos y discretas quejas, y ahora toca encontrar una tecnología que sea eficaz y a la vez simplifique los controles para reducir las demoras. Y las autoridades, ante el alto coste de las soluciones propuestas, buscan la manera de apuntarlas en la cuenta de los pasajeros. El pasado martes 16, en la terminal 7 del aeropuerto Kennedy de Nueva York se inauguró un sistema que reúne tales ingredientes. Su componente más aparente es un escáner que analiza electrónicamente los zapatos de cada pasajero para detectar la eventual presencia de metales. La parte simpática del invento consiste en que evita el escarnio de descalzarse antes de atravesar los pórticos de control.Paso reservado Lo que deja de ser simpático es que el paso expedito se reserva a los abonados que, a cambio de 100 dólares anuales, reciben una tarjeta chip que contiene los datos biométricos de su huella digital y del iris, y que se introduce en una ranura anexa para comprobar su identidad. En el siguiente paso, el viajero mete su equipaje de mano en un tubo de rayos X, en principio sin hacer cola. Se ha calculado que, en días de tráfico intenso, el sistema puede ahorrar unos 45 minutos. Con esta simplificación se pretende resolver tres motivos de queja frecuentes: descalzarse, quitarse la chaqueta y pasar por un detector de metales. Pero cualquiera no tiene derecho a solicitar una de esas tarjetas, porque los antecedentes del solicitante son examinados por el departamento de seguridad interior, que puede autorizar o vetar su emisión.El sistema se llama Flyclear y ha sido probado durante un año en el aeropuerto de Orlando (Florida) por una empresa concesionaria que distribuyó 30.000 tarjetas y obtuvo beneficios suficientes como para extenderlo a otros aeropuertos. Cada escáner cuesta 150.000 dólares; se comprende que la agencia de seguridad en el transporte (TSA) no pueda afrontar su instalación generalizada.En la práctica, la privatización de la seguridad limitará su alcance a los aeropuertos cuyo tráfico permita recuperar la inversión. El JFK cumple ese requisito, de modo que a la terminal 7 le seguirán dentro de un mes los pasajeros de Air France en la terminal 1. Las aerolíneas prefieren ocuparse directamente de distribuir tarjetas biométricas entre sus pasajeros preferentes y cobrar por ellas. Hay más opciones: Estados Unidos y Canadá han escogido Nexus, un sistema gracias al cual los pasajeros "de bajo riesgo" pueden acelerar los controles fronterizos para ciudadanos de ambos países que posean un documento biométrico. Otros aeropuertos experimentan con una versión automática de la técnica israelí de detección de conductas sospechosas: mediante un dispositivo llamado Cogito (sic) los pasajeros han de responder un cuestionario en una pantalla táctil, mientras introducen la mano libre en un sensor que, mientras tanto, les mide la presión sanguínea y la transpiración. Retrato corporal El aeropuerto de Phoenix (Arizona) ha sido elegido para instalar un equipo de rayos X de baja intensidad que rebotan en la piel y crean una imagen corporal sobre la que se destaca cualquier elemento metálico. Pero, se lamenta la TSA, para que no sean visibles las partes íntimas del cuerpo ha sido preciso introducir cambios que reducen la capacidad de detectar explosivos plásticos. Mientras tanto, en el Reino Unido, los resultados de una prueba piloto que se lleva a cabo durante enero dirán si es conveniente implantar miSenseplus. Se trata de un programa en el que participan centenares de pasajeros que vuelan entre Heathrow y Hong Kong o Dubai. A los seleccionados se les dota de una tarjeta en la que está grabado el análisis digital de su rostro, ambos ojos y los diez dedos. Sólo a ellos se autoriza a pasar por un carril específico. A diferencia del sistema norteamericano, la experiencia británica ha adoptado los criterios de la IATA. Es un dato importante que pudiera mañana ser el argumento para que la Comisión Europea recomiende su adopción en los aeropuertos del continente.