barcelona. La bomba con la que ETA hizo volar parte del aparcamiento de la T-4 del aeropuerto de Barajas dejó unas imágenes escalofriantes. Un amasijo de cemento y hierros retorcidos que no soportaron la explosión. Bien, pues esos hierros con los que se construyen las estructuras de hormigón son el principal negocio del grupo siderúrgico Celsa, propiedad de Francisco Rubiralta.Las factorías que Celsa tiene repartidas por España, Reino Unido y Polonia elaboran sin parar ese tipo de hierros que luego las constructoras utilizan para puentes, edificios, aeropuertos, etc. Si tenemos en cuenta que durante los últimos años la construcción de infraestructuras en España se ha acelerado y que en el mercado de la vivienda se han construido unos 700.000 pisos de media anual, podemos imaginar lo bien que le ha ido a la compañía durante el último lustro.Los altos hornos de las fundiciones de Celsa consumen anualmente más de tres millones de toneladas de chatarra. Para poder tener una idea gráfica de lo que dicho tonelaje significa, supondría fundir una fila de coches que iría desde Barcelona a Tokio cada año, unos 2.900.000 automóviles de tamaño medio.Según los últimos datos disponibles, en 2005, el grupo Celsa alcanzó una facturación de 2.800 millones de euros y obtuvo un beneficio de 135 millones. Este año las cosas han ido todavía mejor, pero la compañía no ha hecho públicas sus estimaciones.Compras en el exteriorDesde el pasado mes de agosto, Francisco Rubiralta Vilaseca es el propietario del 100 por ciento de Celsa, una compañía que fundó junto a su hermano José María en el año 1967. Después de casi 40 años de vida en común, los hermanos decidieron partir por la mitad un imperio que tenía dos pilares: el siderúrgico, Grupo Celsa, y el de la fabricación y comercialización de material sanitario, Grupo C.H. Werfen (ver gráfico adjunto).El impulsor de la ruptura fue José María Rubiralta. El consejo de Celsa, que tiene una filial en Polonia, analizó la compra de la fundición finlandesa Fundia y José María votó contra la adquisición al considerar que esta compañía tenía mercados y clientes redundantes con los de la filial polaca.Ante la negativa de su hermano, Francisco autorizó a que su hijo primogénito, Francisco Rubiralta Rubió, la comprara a título personal. Esta operación, que ha requerido la autorización de la Comisión Europea al considerarla un proceso de concentración en el sector, crispó definitivamente la relación de los dos hermanos que decidieron separar sus destinos. José María Rubiralta se quedó con el Grupo H.C. Werfen y Francisco con Celsa.Aunque debido a la diferencia de tamaños, Francisco debe abonar una compensación a su hermano, lo cierto es que los beneficios de Celsa le han generado un exceso de recursos para los que busca inversiones.La semana pasada, a través de la sociedad Rio Ebro, Francisco Rubiralta anunció la compra del 5,04 por ciento de la empresa de defensa británica Cobham. La operación supuso adquirir 57 millones de acciones de la empresa cuyo valor en el mercado ascendía a 168 millones de euros. Esta participación sitúa al empresario catalán como el segundo accionista de Cobham, unos de los principales proveedores de material militar de los ejércitos británico y estadounidense. Aunque no se trata de la primera inversión internacional del grupo, sí que es la primera que Rubiralta realiza fuera del sector siderúrgico, que es el que mejor conoce. Eso sí, como en el caso de Fundia, la compra de Cobham parece que se ha vuelto a realizar a título personal y la participación no consolidará dentro de Celsa.De hecho, Cobham, especializada en el desarrollo y fabricación de tecnología para rádares aéreos, sistemas de repostaje en vuelo o redes de comunicación de aviones, es una firme candidata a ser adquirida a través de una oferta de adquisición de acciones por empresas como Boeing, General Dynamics o Finmeccanica. El valor en bolsa de Cobham.En este caso, la inversión de Rubiralta podría ser simplemente financiera en busca de lograr la mayor rentabilidad para sus inversiones. La familia Rubiralta Rubió gestiona gran parte de sus inversiones en bolsa a través de la sicav familiar Inversones Everest.De cualquier modo, la inversión en una empresa ajena al sector siderúrgico es nueva para Rubiralta ya que, más allá de algunas pequeñas inversiones inmobiliarias, siempre ha reinvertido los beneficios en la compra de otras empresas de su sector.Lo ha comprado todo en España Francisco Rubiralta, de 67 años, es doctor en Ingeniería Industrial y un experto en el sector del acero. Junto a su hermano, heredó un almacén de siderurgia y lo ha transformado en uno de los primeros grupos industriales del país. El crecimiento lo ha realizado a través de la adquisición de firmas históricas que, casi siempre, han entrado en crisis. Entre sus filiales hay empresas cuyos nombres han estado ligados a la industria del País Vasco, Cantabria, Asturias y Cataluña durante los últimos veinte años: Nervacero, Nueva Montaña Quijano, Trenzas y cables de Acero (Tycsa), Laminaciones Arregui, Trefilería Moreda o Riviere.En una segunda fase, ya a finales de los años 90, los Rubiralta aplicaron la misma estrategia a sus primeras compras internacionales. En el Reino Unido y en Polonia compraron dos empresas en crisis que han reconvertido y rentabilizado.Junto a las fundiciones y plantas de transformación del acero, Celsa cuenta con una infraestrucutrua de desguaces y fragmentadoras de chatarra propias que le permiten garantizarse la materia prima. Finalmente, el grupo también engloba una serie de compañías especializadas en trámites aduaneros y transporte de mercancías que le garantizan el tránsito por vía marítima tanto de sus productos acabados como de la materia prima.Todo un imperio creado en el más estricto de los anonimatos. José María Rubiralta nunca ha aparecido en los medios de comunicación y no hay fotos para identificarlo. De su hermano Francisco si que las hay debido a que durante algunos años, una de las filiales de Celsa, Global Steel Wire, cotizó en bolsa y se vio obligado por el mercado a dar la cara. Sin embargo, tras excluirla de nuevo de bolsa, Rubiralta tampoco se deja ver. Es una persona muy celosa de su intimidad y se aleja de la vida pública, por lo que es muy difícil verlo en círculos sociales, políticos o empresariales.Los Rubiralta, junto a los Carulla de Agrolimen o los Gallardo de Laboratorios Almirall, forman parte de esa clase empresarial catalana que prefiere pasar desapercibida.