'Brick' se ambienta en un centro escolar dominado por un 'Don' de 15 añosEl secreto de Brick reside en la propia contradicción que supone su propuesta. Su historia es una de cine negro detectivesco, que copia la fórmula de Dashiel Hammett, que parece un relato de Martin Scorsese y que le manda más de un guiño a Muerte entre las flores, de los hermanos Coen. Pero vayan sacándole el sombrero y la gabardina a sus protagonistas, arranquen de los labios rojos y carnosos de la femme fatale el cigarrillo con boquilla y pongan luz de día a los callejones de la vendetta, porque Brick se desarrolla en un instituto actual. No lo hace a la manera grotesca de un American Pie, ni tampoco como esas adaptaciones de Shakespeare, tan de moda hace algunos años. La suya es una amalgama imposible y ciertamente ingeniosa, que conserva del noir las tramas de crimen, pero todo desarrollado a través de un puñado de estudiantes metidos en asuntos mafiosos, crímenes incluidos.Desde luego que hay, colateralmente, una mirada terrible y decepcionada a la adolescencia de hoy y una crítica a la violencia en los institutos. Pero esto no es Bowling for Columbine, el documental cañero de Michael Moore sobre los chicos armados en el colegio. Esto es otra poética. La película está dispuesta bajo la fórmula del inocente que entra, junto a los espectadores, en un tenebroso sótano de la realidad. Brendan (Joseph Gordon-Levitt) es un chaval de instituto apocado y gris que tiene por ahí ocultas unas fuerzas que desconoce. Es inteligente, sagaz y capaz de llegar a la violencia extrema si hiciera falta. Y falta le hace cuando recibe una llamada de su ex novia, a la que todavía ama, pidiéndole ayuda. Obsesionado por echarle una mano, inicia el viaje sin retorno hacia las entrañas de una peligrosa mafia que opera en su instituto orquestada alrededor de niños pijos y drogadictos, sucios negocios de tráfico y obtención de dinero fácil. Bogart y HammettProbablemente consciente del impacto de su propuesta y queriendo huir de todo naturalismo y todo tarantinismo, pues su aspiración se desvincula de la denuncia social y el cine de conciencia, Rian Johnson ha creado una fuerte barrera de distanciamiento a través de los diálogos, con frases acartonadas y exageradamente poéticas, que salieron del cine de otro tiempo, de la boca de Bogart, de la imaginación de Hammett. Brick, aunque pequeñita, ha sido una sorpresa de taquilla. Se hizo con el premio del público en el Festival Sundance y figuraba entre las favoritas del festival de Sitges este año.