El gigante energético ruso gana terreno en el mercado comunitario del gas, bajo la dirección del Kremlinmoscú. Gazprom avanza como un rodillo por el libre mercado europeo del gas natural bajo la dirección del Kremlin. Hace sólo unos días de la firma del acuerdo con Eni, que le abrió al coloso de Moscú las puertas del mercado italiano a cambio de la prórroga, hasta 2035, de los contratos de importación de gas entre Italia y Rusia. Y, ahora, un nuevo pacto en Francia.Tras crear una filial en Francia, el gigante ruso dirigido por Alexej Miller (el hombre de confianza del presidente, Vladímir Putin) empezó a distribuir gas a decenas de clientes; entre ellos, a Gaz de France, la compañía pública que distribuye metano en Francia. A diferencia de Italia, donde Gazprom venderá a partir del próximo año 3.000 millones de metros cúbicos de gas cedidos por Eni, en Francia la empresa rusa distribuye cantidades modestas. Pero GDF está a punto de renovar sus contratos de importación de Rusia.La renovación de los contratos a largo plazo con las grandes compañías y la venta en los mercados europeos son los puntos más importantes de la estrategia que Miller anunció el pasado 6 de junio de 2006. "Y esto no es más que el inicio", declara Mario Reali, que dirigió la oficina de Eni en Moscú durante 10 años. "Los rusos -sostiene- actúan unidos y decididos. Sus planes son claros. Europa, en cambio, está dividida. En su interior, prevalecen los intereses nacionales y particulares. Creo que, dentro de unos años, Gazprom dominará el mercado, como proveedor y como distribuidor del gas en la UE".Además, los movimientos que Gazprom ha realizado en Italia y en Francia tienen lugar después de la expansión en el mercado alemán, de los acuerdos que firmó en Austria con OMV y del intento de adquisición de Céntrica (la compañía inglesa de transporte y distribución del gas). En el Reino Unido, el gigante ruso también quiso hacerse con la eléctrica Scottish Power. Y, aunque falló en ambos intentos, antes o después volverá a la carga. El objetivo es la conquista de entre el 10 y el 15 por ciento del mercado británico.En Alemania, en cambio, los rusos firmaron una alianza de amplio espectro con las mayores empresas del país, tras un acuerdo político entre el Kremlin y la cancillería alemana. Primero se firmó el acuerdo sobre el gasoducto bajo el Báltico, que transportará de la costa rusa a la alemana 27.500 millones de metros cúbicos de gas al año, a partir de 2010. Además, Gazprom detenta el 51 por ciento de dicho gaseoducto mientras que las germanas Basf y E.ON poseen el 20 por ciento.El economista Alberto Clô, máxima autoridad italiana del sector de la energía y consejero independiente de Eni, opina que "con Gazprom tenemos que hacer cuentas, sin olvidar que necesitamos a Rusia tanto como Rusia nos necesita a nosotros para realizar sus proyectos gasísticos. En este sentido, los grandes operadores nacionales son el único instrumento para reforzar el poder negociador de Europa ante los países productores".Se quiera o no, la presencia de Gazprom, en su doble vertiente de suministrador y distribuidor, es ineludible. Europa necesita cada vez más gas, sobre todo por el empleo creciente de metano en la producción de electricidad. Se prevé que, en los próximos 15 años, sus importaciones crecerán a marchas forzadas. Se estima que, en 2020, el consumo europeo será de 780.000 millones de metros cúbicos en 2020. Por otra parte, se prevé que la producción europea baje a 110.000 millones en 2020.Oferta insuficienteMoraleja: Europa que en 2006 habrá importado 340.000 millones de metros cúbicos de metano, se verá obligada a comprar cada vez más gas fuera, con una previsión de 405.000 millones de metros cúbicos de importaciones en 2010, y de 650 en 2020. Esta situación ha creado inseguridad, y ha provocado una explosión de la demanda de gas en un mundo en el que la oferta es cada vez más insuficiente. Rusia ha comenzado a invertir en el desarrollo de nuevos yacimientos gracias a los ingresos procedentes de la venta de gas y de petróleo, pero sigue habiendo incertidumbre respecto a los plazos y medios rusos para ejecutar esos proyectos. Y es que los nuevos yacimientos se encuentran en zonas remotas, inexploradas y de difícil acceso, que pueden exigir inversiones millonarias. Desde este punto de vista, Clô tiene razón cuando afirma que necesitamos a Gazprom tanto como Gazprom nos necesita a nosotros.Se estima que de Rusia, de donde hoy importamos 150.000 millones de metros cúbicos, tendrán que llegarnos 250.000 millones en 2020. Para igualar el intercambio, Rusia puede venir a distribuir al por menor su gas en nuestros mercados, pero siempre que haga participar a las compañías europeas en el desarrollo de sus yacimientos. Y siempre que se comprometa a que el gas extraído fluya hacia Occidente y garantice su suministro a los ciudadanos europeos.