La UE y el Reino Unido reanudaron esta semana las negociaciones para la futura relación comercial, tras suspenderse por el coronavirus. Y el balance no puede ser más desastroso. Más aún cuando ambos deben cerrar un acuerdo antes de finales de año, y Londres rechaza pedir una prórroga. El negociador jefe por parte del bloque comunitario, Michel Barnier, acusó ayer al Reino Unido prácticamente de sabotear el proceso."El Reino Unido no puede imponer este programa de negociación tan corto, y al mismo tiempo no moverse, no avanzar, en ciertos temas que son importantes para la UE", avisó el francés, que superó el virus. "De lo contrario, tendremos motivos en junio para estar preocupados por el resultado de la negociación".Un portavoz del Gobierno británico valoró el espíritu constructivo. Pero reconoce que solo se logró "un progreso limitado" en cada uno de los puntos conflictivos.Barnier explicó que Londres "rechazó implicarse seriamente en varios asuntos importantes". Respecto al alineamiento regulatorio, expresó que los negociadores británicos "no se implicaron sustancialmente" en acercar posturas. En cuanto al acceso a las aguas pesqueras, Londres ni siquiera presentó una propuesta. Sobre la gobernanza del acuerdo, Barnier dijo que "estamos muy separados".Ambos lados se dan hasta me-diados de junio para valorar el progreso, y decidir si extienden el periodo de negociación más allá del 31 de diciembre. Si no hay un acuerdo, el impacto económico será significativo.Sin embargo, el primer ministro británico, Boris Johnson, insistió en varias ocasiones que no piensa solicitar una prórroga. Barnier volvió ayer a dejarle la puerta abierta, aunque la pelota está en el tejado de Londres. El problema es que cada lado parte con aspiraciones diferentes. Mientras la UE quiere un acuerdo ambicioso, que incluya capítulos más allá del comercial, Londres solo quiere garantizar el máximo acceso al mercado único, sin quedar a merced de las directrices regulatorias de Bruselas, esenciales para la UE para abrirle las puertas.