Los estadounidenses no quieren una nueva guerra y cualquier paso en esa línea mermará sus posibilidades de reelecciónNo es la primera vez que Irán ha conseguido diezmar a un presidente es-ta dounidense. En 1979, la república islámica, con el respaldo del ayatolá Ruhollah Jomeini, irrumpió en la Embajada de Estados Unidos en Teherán, tomando como rehenes a 52 diplomáticos. Los esfuerzos del por aquel entonces inquilino de la Casa Blanca, Jimmy Carter, para liberarlos fracasaron, incluida la misión de rescate orquestada en abril de 1980. Esta humillación jugó un factor importante en la derrota del demócrata en las elecciones presidenciales de noviembre. De hecho, Irán esperó deliberadamente hasta que el republicano Ronald Reagan tomase posesión de su cargo el 20 de enero de 1981 para proceder a poner en libertad a los diplomáticos, tras 444 días cautivos. En 2010, cuando Trump reiniciaba su carrera política, aseguró al periodista George Stephanopoulos, de la cadena ABC, que nunca olvidaría este episodio. Una vez más, como ya hizo anteriormente, criticó a un "indefenso" Carter y alabó el papel de Reagan, quien forzó a instaurar de nuevo el respeto a Estados Unidos.La semana pasada, después del ataque respaldado por Irán a la Embajada de EEUU en Bagdad, que amenazó a cientos de estadounidenses, Trump ordenó el asesinato del general Qassem Soleimani, el segundo líder iraní más popular después del ayatolá Alí Jamenei. Una operación que despertó inmediatamente los tambores de guerra entre Washington y Teherán. Al fin y al cabo, si dicha acción hubiera invertido los papeles, el equivalente habría sido aniquilar con éxito al secretario de Defensa de Estados Unidos. Las opciones de Donald TrumpNo obstante, el actual mandatario debe ser consciente del impacto político que un conflicto abierto contra Irán podría tener en las urnas el próximo noviembre. Los estadounidenses no quieren una nueva guerra y cualquier paso en dicha dirección mermará la posibilidad de su reelección. Además, esta crisis geopolítica estalla justo cuando seguimos a la espera de su juicio político en el Senado. Una situación en la que el Despacho Oval ya tiene experiencia.En 1998, el demócrata Bill Clinton bombardeó Irak mientras la Cámara se preparaba para su impeachment. En 1974, el republicano Richard Nixon realizó una gira por Egipto para defender la paz en Oriente Medio dos meses antes de renunciar. Trump usa la misma receta, acabar con Soleimani y firmar la Fase 1 del acuerdo comercial con China como pruebas para demostrar su liderazgo en momentos de flaqueza.Aun así, como quedó demostrado esta semana, su Administración vuelve a echar mano de las sanciones como elemento de presión a las represalias de Teherán, que hasta la fecha parecen ser limitadas. Una relajación momentánea, que no garantiza que la Republica Islámica continúe tentando al republicano a medida que progrese la campaña electoral. La pregunta ahora es si el temperamento de Trump acabará por repetir la historia y emular el destino de Carter o, por el contrario, la obsesión iraní por el presidente de Estados Unidos quedará contenida.