Es festivo, fácil de llevar y ha tenido una evolución muy interesante. Combinación de chaqueta, camisa, pajarita y pantalón, destila elegancia y da pie a múltiples combinaciones... siempre que se sigan ciertas reglasAl fin llega ese momento del año (o más bien de fin de año) en el que la ilusión y la fantasía no solo alcanza los hogares, sino también los armarios (o al menos eso es lo que ha pasado toda la vida). Llevamos ya bastantes semanas de celebraciones, de comidas con clientes, de cenas con amigos, de copas con la familia… Pero, ¿cuántas veces hemos reparado en que es un momento especial para lucir esas mejores galas que guardamos en una percha? No hay muchas ocasiones. Parece que es una liberación ir a la cena de empresa un poco menos arreglado que al trabajo. O ir a la cena de Nochebuena tan cómodo como se pueda… ¡Es una opción! Es cierto. Pero no debería ser la única. En el mundo de la moda las cosas existen por algo, y el esmoquin ha acabado (después de una evolución de lo más curiosa) en una verdad tan absoluta como la siguiente: es la prenda perfecta para uniformar la elegancia masculina dentro de un evento festivo. Pero este no fue ni por asomo el principio de la historia de lo que una vez llamaron los británicos llamaron smoking jacket. Todo el asunto comienza a mediados del siglo XIX, en las altas esferas las casas más suntuosas de Londres y estancias palaciegas de alrededores. La dieta de los más poderosos comenzaba con un buen desayuno, continuaba con un almuerzo frugal, un té con dulce y salado a media tarde y culminaba con la cena: el momento gastronómico más importante del día y un verdadero acto social. Como parte del ritual de este momento del día, señoras y caballeros se vestían de manera formal en torno a la mesa para comentar…¡lo que tuvieran que comentar! Eso sí, a los postres (como diríamos en la Península Ibérica), los sexos se repartían para compartir confidencias en estancias separadas, convirtiendo los varones el acto de fumar en todo un ritual tan importante que hasta se creó una prenda para ello: la chaqueta de fumar.¿La razón? Volvamos otra vez a la génesis. Todavía estamos a mediados del siglo anterior al XX. Los tejidos eran más toscos y la vez más delicados. Lo de llevar a la tintorería no se estilaba, y tampoco el pret a porter. Para evitar que la humareda de la sesión de tabaco, en una habitación llena de testosterona, impregnase las prendas y con ello el desagrado de las féminas por el fuerte olor a nicotina de los cigarros, se recurrió al uso del esmoquin, una costumbre que acabaría con convertirse en una moda. De aquella época hasta ésta que hoy vivimos, todo ha sido un sinfín de coincidencias (pero siempre bajo el axioma de que si algo práctico puede ser elegante, ¿por qué no convertirlo en moda?). Lo que fue una bata con pretensiones aristocráticas para las noches de unos pocos, se fue acortando y convirtiendo en prenda de vestir. Y aunque fue James Potter (millonario y socialité) quien legitimó su uso cuando se presentó en el Tuxedo Club de la ciudad de Nueva York a finales de siglo XIX con el corte y aspecto del atuendo que hoy conocemos, fue el visionario príncipe de Gales (más tarde Eduardo VII) quien primero lo popularizó en Inglaterra. Más tarde fue Hollywood quién realmente lo gentrificó gracias a popes de la elegancia de principios de los años dorados de las comedias en blanco y negro de directores como Douglas Sirk (es decir, hombres como Cary Grant).El universo masculino entendió que la mejor manera de demostrar, desde el punto de vista de estilo, que uno tiene ganas de fiesta (y que esa fiesta es de postín, es vistiéndose con un esmoquin). Eso sí, las variedades son tantas como las reglas. En relación a las chaquetas, las hay cruzadas y de botonadura recta (la elección debe ser acorde al cuerpo de cada uno). También existen con las solapas del mismo tejido que toda la prenda o en seda (o satén), en contraste de color o en monocromático. Esto último depende mucho del oropel o lo festivo del evento, o de lo serio que puede ser un cóctel.Y para terminar con la prenda superior, también hacer hincapié en que la chaqueta blanca es para el verano, y que siempre se utilizará con pantalones negros. Menos mal que las opciones en tema de pantalón y calzados no dejan tanta confusión ni rectitud. El pantalón siempre debe llevar una línea brillante, y puede ser más estrecho o más ancho, depende de la moda o la intención de cada uno. En cuestión de calzado, lo más formal son unas slippers (como zapatillas de casa pero de corte elegante, sin nada de tacón y normalmente en charol o terciopelo), pero un buen zapato de cordones negro también funciona.Además, gracias al maravilloso visionario Yves Saint Laurent, el esmoquin dejó de ser una prenda únicamente masculina (como demuestra la famosa foto, arriba, de Helmut Newton). De hecho es una opción de elegancia para féminas que puede llegar a ser la sensación de la mejor fiesta de este fin de año.