Bolivia lleva sumido en el caos desde las elecciones del 20 de octubre. Tras un polémico parón de 24 horas durante el conteo de votos, el actual presidente, Evo Morales, acabó logrando la victoria frente al opositor Carlos Mesa, sin necesidad de una segunda vuelta. Antes de la interrupción del sistema de conteo, Morales también conseguía el triunfo, pero lo hacía por menos de diez puntos de diferencia frente a Mesa, lo que obligaba a celebrar una segunda vuelta, más favorable para el candidato opositor que para el actual presidente. Ese cambio en la tendencia de los votos ha sido esgrimido por la oposición para tachar de "fraude gigantesco" los comicios. Mesa demanda la anulación y repetición de las elecciones presidenciales, mientras que el Gobierno de Morales califica las protestas de la oposición de "golpe de estado". Ambos bandos han llamado a la movilización de sus simpatizantes, lo que ha provocado duros enfrentamientos en las calles y la quema de tribunales electorales. Ante el aumento de la tensión en el país, Morales ha accedido a llevar a cabo una auditoría, con presencia de observadores internacionales, y se ha comprometido a que los resultados que se desprendan del proceso serán vinculantes. España es uno de los países que participan en la auditoría, que está siendo llevada a cabo por la Organización de Estados Americanos. El proceso, al que Mesa se niega a dar validez, incluye un nuevo cómputo de los votos, la verificación de las actas electorales y la comprobación de que la cadena de custodia de las actas fue llevada a cabo de forma correcta.Morales sí está dispuesto a realizar una segunda vuelta de las elecciones, si así lo determina la OEA en su auditoría, aunque no aceptaría volver a repetir los comicios. Desde su polémica victoria, el presidente ha hecho distintos llamamientos a sus seguidores para "defender la democracia". El colectivo indígena, uno de los principales apoyos de Morales en el país, ha llevado a cabo bloqueos en las zonas rurales para dificultar el abastecimiento de las ciudades.En las grandes urbes, donde la oposición cuenta con más apoyos, se han convocado paros indefinidos, hasta que se solucione la crisis. Los opositores llevan ya casi dos semanas bloqueando calles, quemando mobiliario público y protagonizando duros enfrentamientos con la policía. Esperan que la dureza de los conflictos acabe obligando a Morales a repetir los comicios, pero el Gobierno cuenta con el respaldo de las Fuerzas Armadas, un as bajo la manga, que por ahora se ha resistido a usar.