El evento fue un fiasco: apenas tuvo asistentes y los 'stands' con marcas de lujo fueron escasos shanghai. Volvió a ocurrir. Lo que tenía que ser una exhibición del poderío económico chino, el no va más del músculo amarillo, se quedó prácticamente en nada. La Feria de los Millonarios que se celebró en Shanghai el pasado fin de semana, llamada a sorprender al mundo entero, fue un completo fracaso por las notables ausencias de muchas marcas de lujo y por el escaso público asistente. Quizás, fue el justo castigo al descarado propósito de presentar como epicentro del glamour a un país en el que todavía 700 millones de personas sobreviven con menos de dos dólares al día. Gran decepciónEl evento discurrió por los salones del reconvertido edificio de la Amistad sino-soviética, donado por Moscú en aquellos años en los que los dos países abrazaban una ideología que habría hecho añicos una feria millonaria semejante. Para crear el conveniente ambiente, una directriz clara en las invitaciones de los elegidos: "se ruega acceder al recinto en vehículo y con chofer". Pero, pese al imán de los 300.000 millonarios chinos que se hicieron de oro con la transición al capitalismo y la privatización de multitud de empresas públicas, apenas una treintena de marcas estuvieron expuestas en la feria. Las más llamativas, las del mundo del automóvil, como corresponde a un sector que se ha dejado el alma para posicionarse en ese mercado pero que, de momento, no está resultando tan jugoso como parecía. Un único pero flamante Rolls Royce flanqueó la entrada, mientras en el interior un par de modelos de Jaguar y Porsche aportaron cierto color. Junto a ellos, un todoterreno de toda la vida de Land Rover parecía fuera de sitio entre personajes vestidos de esmoquin y entre tanta curva de impresión en cuerpos femeninos envueltos en ropa ceñida.Cognac y alguna joyaCon sus ventas disparadas en China, el cognac Remy Martin puso en su presencia todo el énfasis posible. Alrededor de una pasarela donde exhibieron algunos modistos de segunda línea, no faltó una importante presencia de marcas de joyería, como Mikimoto. También hubo, eso sí, destacadas ausencias como Cartier, Rolex o Tag Heuer. Tampoco faltaron ases de la decoración china: baños revestidos de oro, columnas grecorromanas y el rizo de lo imposible en mobiliario chino. Y, entre las rarezas destacables, una compañía china que comercializa dos cajetillas de tabaco a 80 y 150 euros, respectivamente. De los aviones privados, helicópteros o yates, como el día anterior habían anunciado que habría, ni rastro. Ello abrió una puerta al relleno, a expositores que jamás habrían podido exponer en una feria de millonarios seria. Desde agua mineral, a revistas sectoriales, pasando por electrodomésticos caseros de cocina o un stand de caniches y otros perros tópicos de la nueva riqueza. Ante tanta efervescencia de cartón piedra, limitada asistencia: mitad china mitad extranjera, la mayoría cazados a lazo para dar caché al asunto. Ni siquiera se vieron las prometidas actrices y los multimillonarios de segunda fila se dejaron ver sólo a cuentagotas. A 35 euros la entrada, se debió correr la voz del desencanto.