nueva york. Los más incrédulos mantienen su escepticismo al escuchar que una mazorca de maíz sirve para hacer funcionar un coche. Está bien, el proceso no es sencillo, pero gracias a la extracción del alcohol de esta planta para transformarlo en lo que se conoce como etanol alrededor de cinco millones de vehículos circulan por las carreteras estadounidenses. Hasta la fecha, la idea de hacer arrancar automóviles con alcohol suena irresistible para muchos fabricantes y consumidores, también para los políticos. Gracias a ello Estados Unidos eliminaría el consumo de gasolina, evitaría incrementar los costes, retrasaría el impacto medioambiental derivado de la creación de refinerías y permitiría que la producción propia de petróleo se quedase en casa, lejos de las, a veces, hostiles manos extranjeras. Pero las apariencias engañan. El combustible derivado del etanol más utilizado en el país es el E85, una mezcla con el 85% procedente del grano de alcohol y un 15% de gasolina convencional. Según el Departamento estadounidense de Energía, los coches necesitan 1.4 veces más E85 para recorrer la misma distancia que un vehículo que emplee gasolina. Aunque el desarrollo de este combustible beneficie enormemente a los agricultores norteamericanos, el gasto energético de los consumidores se incrementa. Otro inconveniente: las estaciones de E85 son casi imposibles de encontrar en algunas zonas de Estados Unidos, sobre todo en aquellas del extra radio del medio oeste, contiene menos energía que la gasolina, con lo que hay que rellenar el tanque con mayor frecuencia, y hay que comprar un nuevo coche que acepte este tipo de alimento para comenzar a caminar.