Ante la legislatura más corta de la democracia
Víctor Arribas
La mejor reacción que se ha producido después de la salvaje agresión a Mariano Rajoy ha sido la del propio agredido. Sabedor de que cualquier declaración suya sería aprovechada para atacarle por intentar utilizar el puñetazo con fines partidistas, y haciendo honor a su natural sobrevuelo por encima de las cosas que considera enfangadas, el candidato del PP nos ha mostrado a todos el camino más prudente a seguir tras el bochornoso y gravísimo incidente. Especial 20D. EN DIRECTO | La campaña de las Elecciones Generales.
La agresión física es el último acto de la escalada de crispación de la vida pública que se ha alentado por diversos sectores y plataformas desde muy pocos días o semanas después de las elecciones generales de 2011, y confirma la degradación en que está cayendo nuestro país a ritmo irrefrenable.
Pero ahora que llega la nueva política, habrá que suponer que se limpiará el ambiente. Una actividad como ésta, la política, tan vieja como el ser humano, y que es renovada súbitamente por nuevos actores que van a proporcionar al parlamento español una riqueza de colores, una variedad de visiones que nadie se atreve a cuestionar.
El bipartidismo, se dice, ha muerto, afirmación que parte de la premisa absolutamente falsa de que España fuera un país con dos únicos partidos políticos consolidados. Aquí hemos tenido desde 1977 el sistema más multipartidista de Europa, con las minorías decidiendo y condicionando la acción de gobiernos sucesivos cuando no se imponía la demoníaca mayoría absoluta.
El lugar hacia el que vamos tiene parangón en Italia, donde ha habido legislaturas que han durado menos de un año, un escenario de posible ingobernabilidad en el que necesariamente tendrán que aparecer, si es que los hay, los verdaderos hombres y mujeres de Estado que aparcan sus intereses particulares para defender el interés general de los ciudadanos.
De lo ocurrido en esta última semana de campaña, puñetazos al margen, sólo hay definitiva una cosa: la constatación de que el PP y el PSOE han roto relaciones tras los ataques de carácter personal de Pedro Sánchez a Mariano Rajoy. La relación de confianza de ambos ha muerto, no queda base por tanto para ningún entendimiento que requiera un mínimo respeto y feeling entre ambos líderes, uno de los cuales desaparecerá previsiblemente de la vida política tras el 20-D.
No habrá en España Gran Coalición al menos hasta que se renueven los máximos dirigentes de ambas formaciones. El PP cree que los insultos pueden permitirle recuperar a votantes desencantados. El PSOE cree que los insultos de Sánchez movilizan a su militancia y a sus simpatizantes y les dan razones para no refugiarse en Podemos. Terrible ecuación: rebaso los límites de la educación y el respeto, y todos lo celebramos juntos porque me da aliento e impulso en mi carrera presidencial.
Como la afirmación de Albert Rivera de que no apoyará ni a Rajoy ni a Sánchez no está pasada por el filtro de las urnas, por lo cual no es creíble, debemos mantenernos en el análisis que pronostica una investidura precaria en apoyos, un gobierno en minoría y una oposición gigantesca y crecida dispuesta a poner las cosas muy difíciles al presidente del gobierno, sea cual sea. Es decir: una italianización de la política española y una legislatura muy corta, con enormes dificultades de llegar siquiera a su ecuador en diciembre de 2017.