Editoriales

Una conducta poco ejemplar



    Uno de los grandes retos a los que aún se enfrenta la UE es la construcción de una verdadera unión fiscal. Ese propósito será inalcanzable en la medida en que se tolere la existencia de regímenes tributarios privilegiados como los propios de Holanda y de Luxemburgo.

    La vigencia de tipos del impuestos de sociedades cercanos a cero constituye un atractivo claro para empresas de todo el mundo que las impulsa a domiciliarse en esos paraísos fiscales no reconocidos. OHL es una de las empresas que está presente en suelo luxemburgués a través de cinco sociedades, según revela el Registro Mercantil del Gran Ducado.

    Cabe hablar de una apuesta ambiciosa de la constructora por Luxemburgo, a tenor del gran volumen de activos (1.100 millones) que dos de ellas manejan y por la rapidez con la que las otras tres se constituyeron: bastó un solo semestre, entre julio y septiembre del año pasado. De acuerdo con la empresa que preside Juan Miguel Villar Mir, la razón de su presencia en el país centroeuropeo es puramente logística para emitir deuda de forma rápida y eficiente.

    Sin embargo, lo que OHL no puede negar es que también tiene a su alcance uno de los regímenes fiscales más laxos del mundo. El propósito de maximizar el beneficio es lícito en toda empresa y el recurso a este tipo de ingeniería fiscal no sería ilegal. Sin embargo, ese afán no se corresponde en absoluto con la actitud pública de Villar Mir, quien ha sido uno de los empresarios que con más convicción ha apoyado la política del actual Gobierno, para contribuir a vencer la crisis, y que siempre ha querido hacer gala de su españolismo. Pero nada resulta menos patriota que nutrir el propio beneficio a expensas de las arcas públicas.