Iglesias, bajo la lupa de Hacienda
La totalidad de la cúpula del partido que se presenta como la gran esperanza regeneradora de España se encuentra bajo sospecha. Para cualquier partido que aspire a ser una alternativa de Gobierno seria, debería haber constituido ya una conmoción el hecho de que sus dos máximos estrategas, Íñigo Errejón y Juan Carlos Monedero, acumulen indicios de comportamientos privados contrarios al bien público. Poco importa, incluso, que sobre Monedero pese una acusación tan grave como la de delito fiscal. Podemos reaccionó como uno de los partidos tradicionales a los que fustiga: cierre de filas en torno a los sospechosos y completo desprecio hacia quienes los señalan. Ahora bien, no cabía esperar ninguna acción ejemplarizante de una formación cuyo líder mismo es también sospechoso de haber medrado evadiendo impuestos.
elEconomista aportó las pruebas de que Pablo Iglesias desvió sistemáticamente pagos en negro de 1.500 euros mensuales a través de CMI, su productora audiovisual. Las informaciones fueron suficientes para que Manos Limpias presentara una querella en el Supremo contra Iglesias y la Agencia Tributaria haya puesto su lupa sobre él abriéndole una inspección. Como ha sido su norma en todo lo relacionado con el caso, el líder de Podemos recurrió a la ocultación. Fue imposible entregarle los requerimientos hasta el final del plazo legal, un tiempo que Iglesias supo aprovechar. De hecho, el mes pasado, cortó todo lazo legal con CMI, al tiempo que ha guardado completo silencio sobre unas acusaciones que su entorno no ha podido desmentir. Ahora, Iglesias se ha visto forzado a romper el silencio ante Hacienda. Probablemente también lo hará ante los jueces.