Un respaldo a la interconexión
La Comisión Europea dio ayer a conocer los detalles legales sobre los que operará el programa de estímulo económico de su presidente, Jean-Claude Juncker. La presentación no disipó las aún numerosas dudas que el plan de choque despierta desde su primer planteamiento, hecho en julio. El mayor escepticismo lo provoca la muy optimista expectativa de movilizar 315.000 millones en inversiones privadas, partiendo de 21.000 millones aportados por el Presupuesto comunitario y el Banco Europeo de Inversiones (BEI).
Ayer, la Comisión pareció reconocer la necesidad de aportaciones adicionales para que el efecto multiplicador sea un hecho, y se mostró abierta a recibir ayuda de países ajenos a la UE, como Noruega y China, y de los Estados miembros, insinuando a estos últimos que sus contribuciones no computarán como déficit. Con todas sus sombras, sin embargo, el Plan Juncker está llamado a jugar un papel clave en la necesaria interconexión energética entre Francia, Portugal y España.
Del plan de choque saldrán casi 2.500 millones destinados a financiar hasta el 50 por ciento del gasto en infraestructuras. El resto lo aportará los operadores de los tres países, según el acuerdo alcanzado en octubre. Para obtener una idea exacta del gran trabajo pendiente, basta con considerar la cuantía de los objetivos perseguidos: un 10 por ciento de interconexión eléctrica con Francia en 2020 y un 15 en 2030. Son cifras que manifiestan hasta qué punto no existe una Europa energéticamente unida y en qué medida la UE depende del suministro de otros países no siempre fiables. El hecho de que la interconexión esté entre las prioridades del Plan Juncker implica un paso decisivo para poner fin a esas deficiencias.