Editoriales

La prima no exime de los ajustes



    No ha sido fácil el camino que ha llevado de una prima de riesgo de más de 600 puntos básicos, como la registrada por España en el verano de 2012, hasta los 105,4 con los que cerró 2014. En el transcurso no sólo se produjo un movimiento histórico del BCE, dando garantías de hacer "todo lo necesario" para defender el euro, sino también una profunda y dolorosa transformación de la economía española, sobre todo de su sector privado, para ganar competitividad y volver a merecer la confianza de los mercados.

    Entre los frutos de todos esos esfuerzos están una colocación histórica de deuda en el ejercicio pasado (136.700 millones), unos tipos en mínimos (llegaron a ser negativos en las letras a 3 meses) y, especialmente, el aflojamiento de la tenaza que, en los últimos años, supuso para los presupuestos públicos el pago del pasivo. En concreto, en 2014, la menor prima de riesgo supuso un ahorro de 18.200 millones, lo que implica un empujón más que oportuno para asegurar el cumplimiento del tope de déficit de 2014, situado en el 5,4% del PIB. Rebajarlo hasta esa tasa desde el 6,3% obtenido en 2013 habría supuesto un esfuerzo extra de 9.000 millones que el Gobierno simplemente no persiguió.

    Muy al contrario, permitió desviaciones tan notables como que nueve autonomías se hayan saltado el tope del 1% impuesto a su desequilibrio contable en 2014 (y se vean premiadas, pese a todo, con una quita de intereses). Si España cumplirá es gracias a un factor externo coyuntural, y no a un verdadero ajuste para lograr un sector público más eficiente. Esa reforma sigue siendo ineludible para que la recuperación se desarrolle sobre la base de una economía más sólida.