Editorial: Lección del pasado para el presente
La muerte de Adolfo Suárez está dando lugar a muchos panegíricos en un país acostumbrado a reconocer en la muerte lo que no supo ver en la vida de quienes luego son elevados a la categoría de mitos. Suárez cometió errores, pero muchos más aciertos en un momento en que España vivía una convulsión política y económica. Aunque las circunstancias no son equiparables -aquellas eran mucho peores- de su legado se extraen lecciones aplicables al presente. Si una gran mayoría de españoles respeta a Suárez es porque fue honesto, cuando ahora ésta es una de las principales preocupaciones de los ciudadanos que les distancia de sus dirigentes políticos.
El primer presidente de la democracia fue valiente para acelerar la salida de la dictadura y promover las reformas que transformaron el país. Si es ardua tarea de hacer una reforma fiscal o de la administración pública, más costoso fue establecer el IRPF de la nada -España era un país donde nadie pagaba impuestos- o transformar el aparato administrativo de la dictadura en un Estado similar al de nuestros vecinos. Estos logros y otros muchos se reconocen ahora, pero en su día aislaron a Suárez, que se vio presionado por la traición de los suyos y la impaciencia de la oposición por ocupar su sitio. No obstante, el diálogo institucional entre partidos y territorios siempre se mantuvo. Honestidad, valentía para los cambios, rapidez en ejecutarlos y sentido de Estado. Unos valores del pasado que sirven para salir de la crisis del presente.