Editoriales

Editorial: FCC, historia de un desencuentro



    En FCC hay mar de fondo. A los problemas del grupo se unen las diferencias que mantienen la presidenta, Esther Alcocer y su madre, Esther Koplowitz, principal accionista, con el consejero delegado, Juan Béjar. Desde que accedió al cargo el pasado mes de enero, Béjar ha impuesto en la compañía un estilo que no casa con el de la familia.

    Hay un problema de origen: su nombramiento como primer directivo fue impuesto por los bancos acreedores, contra el criterio de las Koplowitz que tienen un 53,9 por ciento del grupo. La renegociación de una deuda de 5.000 millones del total de 6.500 millones que arrastra FCC se abrió paso por encima de otras consideraciones.

    Las entidades acreedoras eligieron a Béjar porque consideraban que tenía aptitudes -venía precedido de una fama de buen gestor- para llevar a cabo el ajuste que necesitaba FCC. Desde enero, Béjar ha recortado más de 2.800 empleos. Una estrategia agresiva que no se concilia con el discurso filantrópico de las Koplowitz, más en línea con Bill Gates, al que han convencido para entrar en FCC.

    No entienden que en los sucesivos ERE que está realizando el grupo no se deje ningún espacio para una mejor negociación, al tiempo que observan que no se cumple el plan de desinversiones que Béjar incluyó como parte de la reestructuración del grupo. De los 2.200 millones que se iban a obtener por la venta de Cemusa, energías renovables y Logística, entre otras, sólo se han ingresado 300. No se entiende la falta de mano izquierda de Béjar para evitar el enfrentamiento con la presidenta, ni tampoco el road show en varios medios informativos para vender el éxito de una reestructuración que todavía no ha concluido.