Editoriales
Editorial: La crisis italiana nos acerca de nuevo al borde del precipicio
Italia ha salido de las elecciones como de la peor de las resacas. Las bolsas europeas han reflejado claramente este malestar con importantes bajadas. La italiana perdió un 5% y el Ibex cerró con una caída del 3,2%, que le hizo perder el soporte de los 8.000 puntos, mientras el resto de las plazas se teñían de rojo. En esta vuelta de la inestabilidad las primas de riesgo de España (392) e Italia (345) volvieron a subir.
La tensión se notó especialmente en esta última e hizo que se estrechara la diferencia entre ambas en 47 puntos. Las palabras de Bernanke anunciando que mantendrá el programa de estímulos monetarios (QE3) mientras el paro no baje al 6,5% evitaron la caída del Dow Jones, que aguantó con una ligera subida. EEUU intenta mantener distancias con Europa y, ciertamente, mientras al otro lado del Atlántico algunos indicadores anuncian la recuperación, la Eurozona no tiene visos de salir de la recesión y menos cuando está plagada de situaciones volcánicas en plena actividad.
De todas formas, el 1 de marzo en EEUU concluye la prórroga que demócratas y republicanos se habían dado para llegar un acuerdo que evite el abismo fiscal. Ésta era una de las razones -junto a la evolución negativa de las economías europeas- por la que los mercados temían que podían producirse nuevas turbulencias. Pero la crisis política italiana ha encendido la mecha de la inestabilidad y el escenario que se plantea es mucho peor de lo esperado. En los próximos días la tensión se va a mantener e incluso se puede incrementar si Italia no alcanza una opción estable de Gobierno.
La coalición de centro izquierda que lidera Pier Luigi Bersani ganó las elecciones, pero con tan escaso margen sobre Berlusconi que le será difícil sacar adelante cualquier iniciativa. Bersani no puede contar con el apoyo de Mario Monti, el favorito de los mercados y de Merkel, ante los pobres resultados obtenidos por este último. Para Bruselas, que siempre apostó por Monti, el mal menor sería un gobierno entre el Partido Democrático de Bersani y el Pueblo de la Libertad de Berlusconi, a semejanza de la coalición que en su día constituyeron en Alemania socialdemócratas y democristianos. Pero en Italia esta unión es impensable y enseguida ambas formaciones se han apresurado a rechazar un maridaje imposible. La opción de Beppe Grillo es una incógnita e igualmente incierta. Bersani hizo ayer un llamamiento al líder del Movimiento 5 Estrellas para que explique "qué quieren hacer con el país".
A pesar de que el foco está en Italia, España y el resto de los países de la Eurozona no pueden obviar la fragilidad de la situación, en la que el paro, el déficit, la deuda y la corrupción semejan cuatro apocalípticos jinetes que amenazan nuestro futuro. La inestabilidad italiana retrasará la recuperación en el mejor de los supuestos y, en el peor, aumentará la recesión por la desconfianza de consumidores, empresas y mercados ante un largo periodo de incertidumbre.
Inestabilidad que repercutirá sobre sus vecinos -en el caso de España, podría reavivar la necesidad del rescate- y que pone de manifiesto una vez más la debilidad de los mecanismos comunitarios para atajar situaciones complicadas.
Bruselas no puede permanecer impávida ante la dramática situación que se reactiva en el sur de Europa. La Comisión Europea debe arbitrar soluciones que garanticen la estabilidad y dejen claro a los Estados que la pertenencia a la Eurozona exige unos compromisos firmes, que se deben mantener con independencia de los resultados electorales y que no pueden cuestionar los mesianismos de algunos políticos.