Editoriales

Editorial: La desconfianza de los mercados nos acerca a un callejón sin salida



    La prima de riesgo marcó ayer un récord histórico de 477 puntos -una diferencia que no se conocía desde los tiempos de la peseta- con el telón de fondo de la inestabilidad política en Grecia; la bolsa se situó en niveles de 2003, y el Tesoro pagó un interés del 2,98% por las letras a 12 meses, un 14% más que hace un mes. Es la respuesta de los mercados a una reforma financiera, la segunda del Gobierno Rajoy en cinco meses, que como se dijo desde estas páginas tras su aprobación el pasado viernes, no les convence porque no responde a la reestructuración que necesita el sistema financiero español. Sencillamente porque el principal problema, cómo se financia el coste de aflorar todos los activos tóxicos y sanear los balances, no está nada claro. El representante alemán en el BCE hizo esta advertencia la víspera de que el Ejecutivo español tomara su decisión. El esfuerzo de la reforma se carga sobre las entidades financieras que no están en condiciones de soportarlo, por lo menos un buen número de ellas. El Gobierno optó por esta vía ante la negativa del Tesoro español a aportar los fondos necesarios, sabedor de que tampoco tendría capacidad para captarlos.

    Esta situación recuerda a la que vivió Irlanda en 2010. Para reestructurar su sistema financiero y calmar las dudas de los mercados tuvo que pedir 80.000 millones a la UE y al FMI. España, antes de aprobar la reforma del pasado viernes, pidió ayuda a Bruselas, que no negó el auxilio pero en pago exigió la intervención. En esta crisis todos los cartuchos se queman tan rápido que dos días después de que el Consejo de Ministros haya intentado dar una infructuosa vuelta de tuerca, parece que nos encontramos en un callejón sin salida. El Gobierno no logra solventar las dudas sobre nuestro futuro, cuando una gran parte del mercado apuesta por la intervención. Tampoco está siendo muy fino en la medición de los tiempos y la comunicación. El ministro Luis de Guindos decidió destituir a Rodrigo Rato al frente de Bankia cinco días antes de aprobar la reforma financiera, como si un asunto de tal gravedad no tuviera influencia. Ayer, el responsable de Economía no tuvo empacho de atribuir en exclusiva la responsabilidad de lo que estaba sucediendo a la inestabilidad política de Grecia, al tiempo que pedía la comprensión del eurogrupo. La subida de la prima de riesgo tiene que ver "más con Grecia que con un juicio a nuestras reformas" recalcó poco después Moncloa con un guión idéntico. Llevamos tanto tiempo sometidos a estos vaivenes, cada vez más intensos, que no vemos las consecuencias nefastas para la economía española y para el sistema financiero de la subida de la prima de riesgo. El Tesoro español, que tuvo la prudencia de adelantar emisiones a principios de año, puede aguantar las emisiones que restan en el ejercicio a tipos como los actuales, pero no se puede permitir mucho más y a la vista está su respuesta a la reforma financiera. El no lo puede aguantar -los bancos españoles han empezado a tirar de los depósitos del BCE, que mantenían como un "ejercicio de prudencia contable"- y las empresas necesitan urgentemente un crédito que no fluye. Ni va a fluir en las circunstancias actuales. La única alternativa frente a la desconfianza y a que España sea intervenida es que se reciba ayuda del BCE, que Draghi permita que se compre de nuevo deuda española en el mercado secundario y se inyecte liquidez al sistema. Si esto no se produce nos vamos situando cada día más cerca del rescate. Luis de Guindos debe saber que el tiempo se agota. Los mercados le dicen que su reforma del sistema financiero no calma sus dudas y Grecia no puede ser la pantalla tras la que se esconda.