Editorial: El BCE aprieta, pero no debe ahogar
El BCE está tensando la cuerda al frenar la compra de deuda de los países periféricos de la Eurozona para que los Gobiernos acometan las reformas necesarias. Detrás de esta presión existe el temor, alentado por la experiencia griega, de que una aparente calma puede llevar a los países a no concluir sus deberes. El resultado de la presión del BCE es el resurgir de las tensiones en toda la Eurozona, con especial violencia en España e Italia, que ayer sufrieron una nueva remontada de la prima de riesgo, hasta 433 puntos en el caso español, y una caída del Ibex del 2,96%. Las causas de esta subida de la prima de riesgo española tuvieron su origen en la venta masiva de bonos españoles y en la compra de deuda alemana por parte de los inversores.
Todo esto sucede después de que España haya presentado unos presupuestos con un cuantioso recorte del gasto, que no ha sido capaz de generar la confianza necesaria para revertir la situación. A pesar de que los ajustes afectan a la inversión y a partidas tan sensibles como la educación y la sanidad. España se enfrenta al reto de ganarse la confianza del BCE, de Bruselas y de los inversores. El Gobierno sabe que sólo alcanzará ese objetivo culminando el proceso de reformas que empieza a tomar velocidad de crucero, pero aún debe concluirse. Esta combinación de ajustes presupuestarios y reformas frena la liquidez. El BCE debe acertar en la maniobra de presión y apoyar de nuevo la deuda de países como España e Italia para evitar que los tipos de interés de la deuda alcancen cotas inasumibles y colapsen las economías de estos países. Si el BCE no actúa, el problema de España será tan grave que podría plantear una salida del euro. El conflicto de Europa no sería menor.