Hasta hace pocos meses, la mayoría de los inversores podían guardar sus ahorros en los bonos soberanos más seguros sabiendo que, al menos, recuperarían su inversión más un rendimiento moderado. Sin embargo, los cada vez mayores temores a una fuerte corrección en la renta variable mundial junto con las mayores expectativas de que tanto la Reserva Federal como el Banco Central Europeo no sólo mantengan los estímulos actuales sino que los incrementen mediante nuevas bajadas de tipos de interés, han hecho que el apetito por la deuda pública crezca hasta llevar a muchas de sus referencias al terreno negativo.
Así, se está viendo la paradoja de que pese a tener que pagar por financiar a países como Holanda, Suiza, Alemania o Francia, los inversores siguen comprando esos bonos a la espera de que el precio de la deuda siga subiendo (y sigan cayendo los rendimientos) y ahí sacar la rentabilidad que ya no dan los cupones de estas emisiones. Muchos expertos ya han comenzado a hablar de burbuja en la renta fija, o al menos de "trampa", como hacen los expertos de Altair Finance AM, al "no ver racionalidad en esta situación". De hecho, no recomiendan "unirse a la fiesta porque creemos que puede torcerse en cualquier momento y tirar por tierra muchísimo más de lo que se puede llegar a ganar", explica Carlos Mendoza, gestor de la firma de inversión.
Pero la gran distorsión que han creado y fomentado los bancos centrales no se ha quedado sólo en la deuda pública sino que también la corporativa está mostrando los mismos síntomas. Uno de los indicadores que así lo muestran es la relación entre las subidas y bajadas de ratings crediticios que está habiendo este año en Estados Unidos que, según los últimos datos de Bloomberg y de la agencia Standard&Poor's, se encuentra en mínimos del año 2009. En concreto, esta ratio se encuentra en 0,59 subidas por cada bajada y hay que remontarse una década (durante el epicentro de la gran crisis financiera) para dar con una relación peor entre estas dos variables, cuando fue de 0,42.
"Esto significa que este año hay muchas más empresas con peor solvencia financiera que acaban bajándoles la calificación crediticia que empresas que mejoran su calificación, a pesar de la situación de este entorno de tipos de interés", añade Mendoza.
Desde la propia agencia advierten de que "aunque las condiciones financieras en EEUU parecen favorables, los riesgos están creciendo. Los factores geopolíticos persisten y la volatilidad del mercado se ha elevado mucho en el último mes de mayo, haciendo caer en picado las rentabilidades de la deuda soberana", explican desde S&P. "Estas caídas de los rendimientos han aumentado los spreads tanto en los bonos corporativos en grado de inversión como en los de grado especulativo y, con las expectativas de bajadas de tipos por parte de la Fed, las emisiones de deuda han estado cayendo este año", señalan. "Aún así, calculamos que las rentabilidades de los bonos basura deberían estar 100 puntos básicos por encima de sus niveles actuales, lo que indica que los mercados financieros podrían estar demasiado optimistas frente a la gradual ralentización económica", advierten.
Según explican desde Altair Finance, "a todo esto hay que añadirle que aunque el 80 por ciento del mercado de bonos corporativos está calificado actualmente como de grado de inversión, la mitad de ellos son bonos BBB, la categoría más baja dentro de grado de inversión, a sólo un escalón del bono basura".
Esto hace que, si se siguieran deteriorando las condiciones del mercado y se degradasen de forma general las calificaciones, muchas emisiones y compañías perderían el grado de inversión y, con él, "entrar en los caladeros de muchos productos e instrumentos financieros que no pueden mantenerlos por su política de inversiones, lo que hará que haya ventas masivas y podamos tener problemas de liquidez", arguye Gonzalo Ramírez, analista de Tressis.
"Si se rebajara la calificación del 25 por ciento de los bonos BBB, el número de bonos basura aumentaría en más de un 50 por ciento", concluyen desde Altair.