Arranca un año en el que las cotizadas españolas introducen pocos cambios en sus políticas de retribución al accionista, después de los importantes giros que anunciaron en los últimos ejercicios grandes compañías como Telefónica o Banco Santander. Llega a su fin la época donde hasta los dividendos más clásicos del mercado español sufrían recortes en un sacrificio de las compañías por adaptarse a la nueva situación financiera dejada por la crisis. Pagos más sostenibles, en metálico y con mayor visibilidad son las características generales que intentan imponer las empresas a sus remuneraciones. Todo ello sin renunciar a rentabilidades atractivas.