En mercado hemos vuelto a demostrar la continua repetición de errores. Durante los días previos a la primera semana trágica del secesionismo catalán (puede haber más porque nadie sabemos cuántas llegarán), los gestores aseguraban que iban a aprovechar las caídas para comprar: negación de la evidencia. Es más, esta semana tras la sesión de miedo del miércoles, que provocó a algunos que las salidas de dinero impidieran hacer compras, comenzó el éxodo de empresas catalanas y éste invitó a pensar que lo peor ya había pasado y se reiteró la intención inicial de comprar: reiteración de la negación de la evidencia. El pánico no ha llegado al dinero, el animal más miedoso de cualquier ecosistema, bajo la creencia de que el yugo de la economía es el que enderezará el secesionismo golpista catalán. Lo que no han sido capaz de hacer ni la política ni la justicia. Pero el pánico está muy cerca porque también muchos de los gestores que antes veían en estas caídas una oportunidad envidiable, ahora solo piensan en preservar las ganancias de este año y no meterse en un lío a tres meses de fin de año y con los deberes hechos, por mucho más barata que esté la bolsa española respecto a la europea.
La medición de si el punto de inflexión a esta crisis es la economía la tenemos en las decisiones de Sabadell y CaixaBank de trasladar sus respectivas sedes sociales a Alicante y Valencia. Pero todavía es muy dudoso que la economía vaya a ser, a día de hoy, la corroboración para la sociedad catalana, que quiere irse a la bravas de España, de que en su arcadia de la senyera estelada serán más pobres de lo que son hoy. Seguramente tardará mucho en caer el utopismo y todavía queda el próximo martes, miércoles... con repercusiones desconocidas de lo que pueda ocurrir en mercado. Aunque la bolsa española esté mucho más barata que la europea es imposible no pensar que no cotizará la proclamación de independencia del pato cojo Puigdemont, cuyo objetivo es llevar al pueblo catalán a las puertas de la tierra prometida; o la aplicación del 155 al que el Rey, como jefe del Estado, comprometió al Gobierno de Rajoy.
En función de lo que ocurra el miedo se puede exacerbar y el mercado ha abierto puertas para evitar sustos mayores. Pero también es verdad que una retirada desordenada no es una victoria porque el castigo del mercado en ocasiones como esta es en V, como sucedió con el Brexit... Blancos y negros de una historia en la que los inversores (a diferencia de los políticos) pueden perder la batalla, pero no la dignidad. ¿Y cuál es su dignidad? Tratar de preservar parte de lo ganado y, en último caso, el capital. La primera regla de su religión es garantizar el patrimonio; la segunda, garantizar el patrimonio; y la tercera, aplicar las dos primeras reglas.