Los fondos que invierten en estos productos ganan en muchos casos más que los que lo hacen en bonos tradicionales pese a las bajas tasas de inflación. Analizamos el porqué.
La caída de los precios del petróleo y la depresión del consumo son los dos principales factores que están detrás de que a día de hoy las tasas de inflación en la eurozona se hayan deprimido hasta situarse en el 0,2% con la que cerró el mes de agosto. Sin embargo, pese a esta baja inflación los fondos que invierten en bonos ligados a la inflación no han hecho otra cosa que repuntar en términos de rentabilidad. De hecho, según los datos de Morningstar los productos que invierten en bonos ligados al IPC de la zona euro obtienen este año una rentabilidad del 3,12 por ciento. ¿Cómo es posible?
El funcionamiento de este tipo de bonos es lo que explica que sean capaces de dar buenas rentabilidades a sus inversores a pesar de que la inflación no acompañe. Estos bonos obtienen su rentabilidad a través de dos vías. Por un lado está la que obtienen del bono normal, por lo que se ven beneficiados del rally que experimenta la deuda pública de la eurozona este año que ha provocado entre cosas que la rentabilidad del bono español a 10 años esté ya por debajo del 1%; y por otro tienen el cupón que varía en función de las expectativas de inflación del país que lo emite. "El cupón varía en función de la inflación y se revisa cada tres meses y se suele comprar o vender en función de la expectativa de inflación no de la inflación real", explica Miguel Llorente, de Value Tree. De ahí que, por ejemplo, los fondos que invierten en bonos emitidos por Reino Unido acumulen el doble de rentabilidad, un 8% de media en 2016, que los que lo hacen en la eurozona ya que la fuerte caída de la libra que se produjo tras el Brexit elevó mucho la expectativa de inflación como luego se confirmó en agosto cuando el IPC británico se disparó a niveles del 2,59%, máximo de 13 meses. Y de hecho, parece que ese repunte no acabará ahí ya que el Banco de Inglaterra ha afirmado que su prioridad ahora es el crecimiento, no la inflación por lo que no son pocos los que ya ven la tasa por encima del 3% en 2017.
La situación es muy diferente en el caso de las perspectivas que se manejan para la zona euro, que el BCE no hace otra cosa que recortar en sus últimas reuniones. Así, en la última redujo del 1,3% al 1,2% la expectativa de inflación para 2017 y del 1,65 al 1,55 para 2018. Sin embargo, esta revisión se produjo a finales de julio y desde entonces uno de los factores que más influyen en la inflación no ha hecho otra cosa que subir. Se trata del petróleo que desde entonces repunte más de un 3% y estas alzas pueden provocar que el petróleo provoque inflación en la eurozona por primera vez en 24 meses.
Si esto es así, comprar bonos ligados a la inflación ahora podría ser una buena idea para arañar más rentabilidad a la que pudieran tener a través de la inversión en bonos gubernamentales comunes ya que los inversores se beneficiarían también del rally de la deuda pública, que todo apunta que se mantendrá al menos mientras siga en vigor el quantitative easing del BCE, y también de ese repunte de la inflación que aunque no solo está ligado al petróleo sí depende mucho de él. "Para alimentar el buen comportamiento de estos productos deberíamos ver una subida del petróleo o dinámicas que muestren una mejora del consumo como consecuencia de una caída del desempleo", apunta Joaquín González Llamazares, responsable de renta fija de Deutsche AM.
Junto con el repunte de la rentabilidad de los bonos, el otro gran riesgo al que se enfrentan los fondos de bonos ligados a la inflación es la caída de la misma. "En periodos deflacionistas lo va a hacer pero que un bono normal pero nunca incurrirá en tasas negativas ya que los cupones como mínimo se emiten al 0% por lo que nunca te pagarán menos que el principal invertido", apunta González Llamazares. De ahí que muchos inversores acudan a ellos como protección real de su cartera o como cobertura en caso de un repunte de la inflación.