El miedo a una recesión global vuelve a recorrer el mercado y la guerra comercial, el Brexit o las tensiones en la deuda por las políticas monetarias heterodoxas amenazan con provocar la cuarta gran corrección de las bolsas del último año. Wall Street se ha recuperado de los tres desplomes anteriores, el de diciembre, el más leve de mayo y el último de agosto, reconquistando máximos históricos, donde las valoraciones, ya las calculen los premios Nobel Robert Shiller o James Tobin o ya lo haga el gurú Warren Buffett, efectivamente hacen saltar las alarmas.
Las tres faros más seguidos y respetados del mercado han coincidido en la misma conclusión en las últimas semanas: Wall Street está caro, tan cerca del naufragio como en los momentos previos a algunas de las principales crisis del último siglo -ya se mida el precio respecto a los beneficios (PER de Shiller), frente al valor contable de las compañías cotizadas (ratio Q de Tobin) o relacionando la capitalización con el tamaño de la economía de Estados Unidos (indicador de Buffett). Aunque también dejan entrever que en el contexto actual, en el que interés que se exige a la deuda en general está distorsionado por la actuación de los principales bancos centrales del mundo, las subidas se podrían prolongar aún más allá de los últimos máximos del 26 de julio, cuando el S&P 500 conquistó los 3.025 puntos.