A la banca europea se le han multiplicado los frentes en tan solo una semana. Tiempo suficiente para que las entidades financieras presentes en el Stoxx 600 hayan caído de media un 3,3% en bolsa, hasta marcar mínimos que no se veían desde diciembre de 2016. Las razones de este retroceso tienen diferentes numeradores, principalmente Turquía pero también Rusia, y un mismo denominador, Donald Trump (cómo no).
El conflicto diplomático con Estados Unidos y la ofensiva comercial de su Administración han aflorado la debilidad de la economía otomana, asediada por un cruento ataque bajista a su divisa, la lira, que ha evidenciado la opinión del mercado sobre el Gobierno de Recep Tayyip Erdogan. Los problemas de Turquía se hubieran quedado en una cuestión ajena para el Viejo Continente si no fuese porque algunos de sus principales bancos están expuestos (ahora quemados) al país euroasiático -cada vez menos euro y más asiático voluntariamente o involuntariamente-.