"Los aerogeneradores son feos y matan pájaros". Esta reflexión de barra de bar podría haberse quedado ahí, entre las paredes de una taberna de cualquier parte del mundo, si no las hubiese pronunciado el mismísimo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump (quién si no). Los ecos de esta postura atronan ahora en el sector de las energías renovables. Vestas perdió este jueves cerca de una quinta parte de su valor en bolsa -en su mayor caída en 6 años- después de presentar unos un resultados del tercer trimestre por debajo de las estimaciones y de rebajar su objetivo de margen para los dos próximos ejercicios por la caída de los precios de los proyectos que se deriva de la introducción de subastas competitivas en buena parte de los mercados, por la irrupción de los fabricantes chinos y, para remate, por la intención del Gobierno estadounidense de reducir algo más de un 30% las desgravaciones fiscales para las instalaciones de energías verdes.
El desplome del fabricante danés arrastró a sus principales competidores, a pesar de estar ya bien escarmentados. Siemens Gamesa cayó un 3,85%, hasta mínimos del año, y Nordex un 7,02. También llegó el castigo a la principal accionista de esta última, Acciona, que cedió un 3,36% -en el que hay que incluir el cambio de recomendación de Grupo Santander a mantener desde comprar y un recorte del precio objetivo del 10%-, y a General Electric, que llegó a retroceder un 1,34% en Wall Street. En cifras redondas, el profit warning le ocasionó a Vestas pérdidas de 2.916 millones de euros de capitalización. Una factura que es de 1.172 millones para Nordex desde que rebajó sus objetivos de ganancias en febrero, cuando todavía el resto del sector se las prometía felices, y de 4.540 millones para Siemens Gamesa desde que recortó su guía de beneficios por primera vez en julio. En total, los profit warnings le cuestan a las principales compañías eólicas 8.628 millones de euros, y están afectando también a otros actores secundarios como Acciona.