La inversión en activos alternativos ya supone el 24% del patrimonio de los grandes fondos de pensiones. En España la cifra es de sólo el 3,78% pero no ha hecho otra cosa que crecer en los últimos años.
En un contexto de mercado de bajas rentabilidades, no por ello exentas de riesgo, en el mercado de renta fija y volatilidad extrema en lo que respecta a la renta variable, la gestión del binomio rentabilidad/riesgo en cualquier cartera se antoja de lo más complicado. Máxime si lo que se gestiona es un plan de pensiones que tiene como objetivo prioritario conseguir batir a la inflación pase lo que pase, además de generar ganancias pensando a largo plazo.
El problema es que este contexto no parece que sea pasajero por lo que cada vez son más los planes de pensiones que recurren a estrategias alternativas menos líquidas como los hedge funds, capital riesgo o mercado inmobiliario para compensar las escasas rentabilidades que les dan los activos tradicionales y, ya de paso, descorrelacionar su cartera. En concreto, según un estudio de Willis Towers Watson, a finales de 2015 los grandes fondos de pensiones del mundo invertían ya un 24% de su patrimonio en activos alternativos frente al 19% que suponían en 2008, justo el año en que empezó la crisis. Una cifra ha provocado que, tal como explica Philippe Ferreira, estratega senior de Lyxor AM, "mientras que en los años 90 los que invertían en hedge funds eran los inversores millonarios, ahora el 66% de los inversores en estos productos son institucionales".
Esta tendencia implementada en el mundo está teniendo su réplica a pequeña escala también en el mercado español. De hecho, el patrimonio que destinan los fondos de pensiones a otras inversiones no tradicionales (que incluyen desde depósitos hasta materias primas, hedge funds, capital riesgo o mercado inmobiliario) no ha hecho otra cosa que crecer en los últimos años hasta suponer en la actualidad el 3,78% del total, según los últimos datos de Inverco (ver gráfico). "La situación actual de mercado de tipos al 0 por ciento ha provocado que ahora haya más predisposición a la inversión en activos alternativos con menor liquidez por parte de los planes de empleo", apunta Oriol Ramírez, consultor asociado senior del área de inversiones de Mercer. Y eso a pesar de que por ley los planes de pensiones tienen limitaciones a la hora de invertir en activos no tradicionales. Aun así, según la consultora más del 60% de los fondos de pensiones están inmersos en un proceso de cambio de estrategia "buscando activos alternativos que mejoren el retorno de los activos tradicionales".
En esta idea incide también la Encuesta Global a Institucionales de Natixis Global AM que indica que el 44% de los inversores institucionales españoles afirma que es imprescindible invertir en activos alternativos para generar las mejores rentabilidades ajustadas por riesgo. De hecho, el 63% de los inversores institucionales españoles cree que las inversiones alternativas podrían ser una de las mejores clases de activos de 2016.
Un tipo de activos en los que la escasa liquidez que ofrecen (la mayoría tienen problemas para generarla a muy corto plazo) no tienen por qué ser un problema ya que hay que recordar que los planes de pensiones tampoco tienen liquidez diaria ya que solo se pueden rescatar en situación de desempleo de larga duración, invalidez o cuando uno se jubila, con algunas excepciones. Esta predisposición al ahorro de los planes de pensiones explica por qué están preparados para asumir más riesgo que otros productos de inversión y de ahí que los fondos de pensiones inviertan el 22% de su patrimonio en la arriesgada bolsa, el doble que los fondos de inversión.
En todo caso, hay que recordar que la inversión alternativa no siempre tiene que estar en mercados ilíquidos ya que en los últimos años ha proliferado el número de fondos, en formato Ucits, que invierten en activos alternativos y que, por tanto, no ofrecen problemas de liquidez. De hecho, según apuntan desde Lyxor AM los fondos alternativos UCITS cerraron el primer trimestre del año con suscripciones netas por valor de 7.700 millones de euros frente a los reembolsos netos de 20.000 millones experimentados por los fondos de bolsa o los 13.000 millones que salieron de productos de renta fija.